Antes de comenzar esta nueva entrada, debo confesar
que ha sido tremendamente difícil para mí, poner en palabras la reflexión que
me causó este video.
Creo que intentar describir el mensaje o la intención
principal de las imágenes y la historia de este cortometraje, es vano y hasta
trivial, porque en realidad el video permite que cada uno, con sus propias
experiencias vividas, contexto social y cultural y hasta situación actual, tome
de él lo que más necesite.
Es por eso que ahora recomiendo ampliamente que para
poder leer y entender la reflexión que compartiré a continuación, previamente
se reserven cerca de 20 minutos para buscar en YouTube el video de “El circo de
la mariposa” y permitan que la historia de este impresionante corto los invada
y deje en ustedes sus propias reflexiones.
Si están dispuestos a abrir sus mentes y corazones,
les auguro una experiencia inolvidable…
En cuanto a mi experiencia particular se refiere,
puedo decir con toda honestidad que ninguna proyección ha causado en mí tantas
emociones, pensamientos y preguntas como ésta. Analizando todos los factores,
he llegado a la conclusión de que esto puede deberse a la sensibilización que
he ganado a lo largo de este curso de Responsabilidad social y ciudadanía, pues
he aprendido a que los problemas y situación de los demás me afecten y me
interesen profunda e intensamente. Y entre el resto de las causas posibles se
localizan con toda seguridad mis experiencias previas, mi lucha, mis esfuerzos,
mis sueños, mi propio contexto, mis sentimientos y emociones que hacen que de
alguna manera me sienta identificada con la historia. Además, y para mi
sorpresa, también se hicieron presentes las vivencias adquiridas en el tiempo
que llevo participando en la implementación del plan de educación en el área de
habilitación social de la organización TECHO.
Sentir la historia y la travesía de Will es
inevitable, duele pero a la vez fortalece.
Lo primero que sentí fue indignación, coraje por la
forma en que eran tratadas las personas en la “exhibición de fenómenos”, pero
poco a poco ese sentimiento se fue convirtiendo en tristeza.
Mudé a un estado de vacío cuando el dueño del Circo de
la mariposa, Méndez, calificó a Will como un ser magnífico. No pude entender lo
que vino después, el rechazo de Will a la descripción de Méndez me sobresaltó,
sin embargo, al poco tiempo comprendí lo difícil que debía ser para Will
recibir comentarios positivos, alentadores e incluso buenos sobre su situación,
pues él mismo se había resignado a sentirse sólo capaz de causar la pena, la
burla y la repulsión de los demás.
Mi fe en Will se restauró cuando de alguna manera se
las arregla para esconderse en un camión del circo de la mariposa. Pero lo que
pasó después me hizo cuestionarme de una forma que no puedo describir; Méndez dijo
a Will que podía unirse al circo de la mariposa si lo deseaba, pero no siendo
exhibido por la rareza de su naturaleza, sino llevando a cabo una demostración
de lo que en realidad es y de lo que es capaz.
La sentencia del dueño y presentador del circo de la
mariposa trajo a mi mente un remolino de preguntas: ¿Cómo podía Méndez tener
tanta confianza en la capacidad de Will? ¿Cómo sabía que Will lograría
encontrar el camino hacia su propio acto y no sentirse frustrado o estancado en
el intento? ¿Cómo sabía que el talento de Will estaba ahí cuando ni el propio
Will creía en él?
Reflexionando sobre esta contrariedad y hasta
desesperanza que me causó la forma en que Méndez ve la vida y las capacidades de los
demás, me di cuenta de que vi en este carismático dueño de un pequeño
circo, la imagen de muchas personas que a lo largo de mi vida me han abierto
oportunidades valiosísimas y han creído y han confiado en mí aun cuando yo
misma no lo hacía. Y aún ahora me pregunto ¿cómo pueden las personas llegar ser
así? ¿Cómo se hace para sacar lo mejor de otras personas, para inspirar y
alentar a hacer un esfuerzo más? ¿Cómo se logra hacer creer que no hay
imposibles? ¿Cómo se siembra el deseo de buscar ser siempre mejor de lo que se
era ayer? Y más que eso, ¿Cómo hacer todo lo anterior con alguien tan especial
en circunstancias y capacidades como Will?
Por diversas causas, en más de una ocasión me he
lamentado por mi situación particular, me he sentido en desventaja e incluso me
he llegado a compadecer de mí misma. Y me es difícil confesar que en más de una
ocasión me he sentido incapaz de lograr mis metas. Evidentemente al ser testigo
de la historia de Will, lo mío pasa a ser trivial y hasta insignificante. Me
doy cuenta de que estoy en más y mejor posición de ayudar que de necesitar
ayuda, el problema era pues que había sido yo quien se marcaba los límites.
Una frase en particular describe muy bien mi reflexión
anterior: “Tanto si crees que puedes como
que no, en ambos casos tienes la razón”.
Will permanece en el circo de la mariposa y aprende a
sentir lo que es ser tratado con respeto y a vivir en un ambiente amable, de
trabajo y esfuerzo compartido. Ese circo parecía más una familia y él empezó a
sentirse parte de eso y de la alegría y esperanza que la compañía llevaba
incluso a las personas más pobres, tristes y olvidadas.
En las escenas en las que finalmente Will descubre que
es capaz de pararse sin ayuda, que puede desplazarse e incluso nadar, sentí y
entendí su lucha y su esfuerzo con mayor intensidad. Un torbellino de emociones
y pensamientos se apoderó de mi mente y mi alma: la duda y la angustia por
saber si lo lograría o no, el miedo a fracasar que siempre se hace presente, la
esperanza y la fe que susurran que podrá que debe intentarlo un poco más, el
deseo de que Méndez explique ¿por qué no lo ayudan?
Y cuando al fin lo logra, entendí todo. Dos
reflexiones principales llegaron a mi pensamiento de inmediato: La primera, que
el miedo y las dudas son válidos, es casi imposible no sentir angustia ante lo
desconocido, pero ni por un momento debemos dejar que nos impidan intentarlo. Y
la segunda, que a veces las personas que más nos aman y más confían en nosotros
deben hacernos creer que estamos solos para que de esta manera sintamos la
necesidad de sacar el coraje, la valentía y la fortaleza que no sabíamos que
teníamos.
Hacia el final de la proyección, cuando vi a Will
saltar desde lo alto y caer en un pequeño contenedor de agua, cuando lo vi
recibir el aplauso del público que por primera vez lo admiraba por lo que en
realidad es, por su valor y talento, cuando vi en la expresión de Méndez la
satisfacción y las lágrimas de felicidad y orgullo por Will y el vitoreo y
gritos de alegría del resto de los integrantes del circo, sentí una especie de
inspiración muy poderosa, de ganas y de fuerza renovada, pero sobre todo sentí
muchos deseos de buscar ser como Méndez.
Supe pues que todos estamos librando batallas y a
nuestro nivel y bajo nuestras propias circunstancias, son difíciles y pueden
hacernos sentir como Will, pero lo cierto es que muchas veces tenemos más de lo
que pensamos. La salud, por ejemplo, es algo valiosísimo, el no padecer de
discapacidades como la de Will que carece de todas las extremidades, el acceso
a la educación, el tener un techo seguro sobre nuestra cabeza y un lugar al que
volver después de un día difícil, la presencia de amigos, familia y hasta
ángeles como Méndez en nuestras vidas. Hay más cosas por las que luchar y estar
agradecidos todos los días que por las que deprimirnos o darnos por vencidos.
Una vez entendiendo que mi situación es más ventajosa
de lo que jamás imaginé, quise buscar identificarme entonces con el papel de
Méndez y mi participación en la organización TECHO.
Cada sábado convivo con pequeños que seguramente no
son conscientes de las muchas capacidades y talentos que tienen, que
posiblemente no han soñado con estudiar más allá de la secundaria o de repetir
la vida de sus padres que es la única que conocen y a pesar de que he puesto lo
mejor de mí en la difícil tarea de enseñarles y tratar de que me acepten y
confíen en mí, nunca antes había entendido mi labor y mi capacidad de impacto
en sus vidas como ahora.
Nació en mí una nueva misión para este servicio social
que llevo realizando hace más de un mes. Ahora deseo, verdaderamente ser el
circo de la mariposa para esos pequeños. No sé si la idea es demasiado utópica,
la realidad es terriblemente complicada y a veces impactar en la vida de las
personas lleva tanto tiempo que posiblemente yo no vea el resultado de lo que
haga hoy, pero eso ya no me preocupa más, porque ahora estoy convencida de que
vale muchísimo la pena intentarlo.
Mi admiración por el personaje de Méndez no hizo más
que crecer a lo largo del corto. Este hombre se dedicó a rescatar a los ahora
miembros de su circo, les dio una segunda oportunidad para elegir un camino
diferente, les ayudó a mostrar la luz que había en ellos y que sólo hacía falta
incentivar para que derramara su esplendor en la vida de todos aquéllos que
asistían a sus funciones. Convirtió a seres tristes, solos, abandonados y hasta
perdidos, en inspiración y ejemplo de personas de todas las edades… Y es por
esto, por esta transformación tan noble que logra Méndez en sus artistas, que
creo que es llamado “El circo de la mariposa”.
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