sábado, 30 de marzo de 2013

Jugando con piedras



En la sesión número 16 del curso de Responsabilidad social y ciudadanía, nos dividimos en cuatro grandes equipos, creamos un círculo y en el centro colocamos una mesa pequeña con 10 piedras de colores.


La dinámica del juego consistía en enviar a un representante por equipo a la mesa a jugar hasta un máximo de 7 rondas seguidas.

En cada ronda cada uno de los 4 representantes tendría la oportunidad de tomar el número de piedritas que quisiera o pudiera. Al final de cada ronda el profesor colocaría en la mesa un número igual de piedritas al que hubieran dejado los jugadores en la mesa, pero sin que la suma rebasara la cantidad de 10 piedritas. Por ejemplo, si quedaran en la mesa 4 piedritas el profesor colocaría 4 más, si hubiera 5 colocaría 5 más, pero si hubiera 6 el profesor sólo colocaría 4 más para no rebasar el límite de 10 piedritas permitidas sobre la mesa.
Una vez colocadas las piedritas por parte del profesor, comenzaba una nueva ronda donde los jugadores volvían a tomar una determinada cantidad de piedritas.
Cuando no quedaran más piedritas sobre la mesa o se llegara a las 7 rondas seguidas el juego se detenía.
El equipo que tuviera más piedritas en su poder ganaría el juego.

Empleamos toda la sesión jugando sets de 7 rondas y enviando diferentes representantes de cada equipo en cada ocasión. Los resultados fueron sencillamente sorprendentes.

Las primeras veces, los jugadores temían lo que pudiese ser dicho de ellos y tomaban pocas piedritas, sin estrategia alguna y cada equipo obtenía muy pocas piedritas en total.

Al poco rato hubo jugadores que tomaban 4 ó 5 piedritas en las primeras rondas creyendo que así obtendrían más para su equipo, sin embargo lo que pasó es que el maestro dejó de poner piedritas en la mesa muy pronto porque unos pocos se quedaban con todas las piedritas de la mesa y se acaba el juego a la segunda o tercera ronda.

Después de hacer una pausa para recapacitar la estrategia, nos dimos cuenta de que ser egoístas, sólo hacía que todos perdiéramos porque no obteníamos más piedritas en la mesa. Así que decidimos hacer un pacto entre jugadores para evitar que unos cuantos se aprovecharan de los demás y tomar ordenadamente una o dos piedritas, de esta forma prolongábamos el abastecimiento de piedritas por parte del profesor.

El marcador mejoró, sin embargo nuevamente se presentó un extraño fenómeno, entre la sexta y la séptima ronda, uno de los jugadores traicionó a los demás y en un descuido tomó la mayor cantidad de piedritas posible. Todos protestaron. La ambición de ese jugador hizo que la desconfianza y la frustración se propagaran entre los demás representantes. 
Empezamos a pensar que tal vez lo mejor sería ver por nuestro propio interés como en toda competencia y se dieron muchas acciones de aprovechamiento y “traición”. Hasta que nuevamente nos dimos cuenta de que no obteníamos un buen número de piedritas.

Un compañero notó que lo máximo que un equipo podría ganar en 7 rondas eran 10 piedritas y ni con los abusos se estaba logrando esa cantidad. Finalmente el profesor nos cuestionó si eso era lo mejor que podíamos hacer. Nos dijimos que no.

Como último intento, decidimos que en la primera ronda un jugador tomaría 5 piedritas, el profesor colocaría otras 5. En la segunda ronda el mismo jugador tomaría otras 5 piedritas y el profesor volvería a colocar 5 más. En la tercera ronda el siguiente jugador tomaría 5 piedritas, se colocarían 5 más y en la cuarta ronda este mismo jugador tomaría otras 5 piedritas. En la quinta y sexta ronda sería el turno del tercer jugador y en la séptima ronda el cuarto jugador tomaría la totalidad de las 10 piedritas disponibles en la mesa. De esta manera todos habrían ganado 10 piedritas al final del juego. El máximo posible.

Sabíamos que este plan requeriría de confiar los unos en los otros y esperar que no nos traicionáramos. Sin embargo, al entender que trabajar unidos para distribuir equitativamente los recursos era el único camino para obtener el mejor resultado en lo individual, se llevó a cabo lo dicho y el plan tuvo éxito.

Muchas reflexiones pueden ser tomadas de este juego y todas con aplicación a la vida real y situaciones cotidianas.
En lo personal pensaba en las piedritas como recursos, naturales, materiales o dinero. Todos buscan beneficiarse de ellos, acumularlos y poseer la mayor cantidad, sin embargo mientras unos cuántos los acaparan, todos salimos perdiendo.
Pensaba también en la ambición que genera estar en esa mesa, ver crecer los recursos con el trabajo y esfuerzo de todos y la tentación que nace de estar tan cerca y poder fácilmente acaparar lo construido para el beneficio propio. Pensé en la importancia de la confianza, la honestidad y el trabajo en equipo para poder alcanzar verdaderos y buenos resultados.


Creo que esta actividad fue muy importante y marcó una diferencia importante en mi manera de ver los sistemas económicos, políticos, sociales, ambientales. Y es que sólo si trabajamos juntos en una misma dirección con una sola meta, podremos darnos cuenta de que todos salimos beneficiados y de que ésta es la única forma de alcanzar el bien máximo. Si lo hacemos solos, egoístamente, abusivamente, inevitablemente agotaremos prontamente nuestros recursos y será hasta entonces cuando se hará evidente que se nos habrá agotado el tiempo y no habremos obtenido el mejor resultado posible…

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