martes, 16 de abril de 2013

El juego de las aldeas


Aprender jugando es una de las tácticas pedagógicas más exitosamente empleadas durante la formación de los estudiantes. Con la actividad de la vigésima sesión del curso, llegué más que a un aprendizaje, a una reflexión muy interesante.


Todo el grupo se dividió en siete equipos de cuatro integrantes cada uno. Cada equipo formaría una aldea que tendría un nombre y una cantidad específica de habitantes que cuidar. Se jugarían 6 o 7 rondas que para nuestros aldeanos representarían 6 o 7 años.

Al inicio de cada ronda el equipo debería decidir qué tipos de cultivos sembrarían y en qué cantidades para abastecer las necesidades de sus habitantes. Las opciones de semillas a plantar comprendían el betabel, papa, amaranto, frijol, maíz y trigo.
Cada cultivo ofrecía una cantidad determinada de unidades dependiendo del clima que se fuera a dar en el año; por ejemplo, el betabel ofrecía 70 unidades en clima húmedo, pero sólo 20 unidades en clima seco. La papa ofrecía 60 unidades en clima seco y sólo 30 en clima húmedo. Y de la misma manera el resto de los cultivos.

Las condiciones principales para sembrar eran tener en mente que son necesarias 450 unidades para poder mantener saludable a la población, sembrar al menos dos cultivos de proteínas (frijol o amaranto) y sembrar al menos tres tipos de cultivo diferentes.

Una vez hecha la decisión sobre la siembra de ese año, se tiraba un dado. Si el dado caía en 1,2 ó 3 el clima de ese año sería seco, si caía 4 ó 5 sería húmedo y si caía 6 se volvía a tirar el dado.
Ya establecido el tipo de clima para el año, se tiraba una vez más el dado y el número que caía indicaba el número de eventualidades que se darían en ese año. Si por ejemplo, la segunda tirada del dado diera como resultado 4, se escogerían al azar cuatro cartas de un mazo de posibilidades. Entre las eventualidades se podrían encontrar desastres o actos del crimen organizado que arrasaran con una cantidad considerable de las unidades de cultivo ya plantadas para el año. O bien podría encontrarse alguna carta que ofreciera apoyo de la comunidad internacional o el ofrecimiento de un pozo para alguna aldea que obtendría cuatro periodos de clima húmedo seguro.

Y así fue como una vez instauradas las reglas, comenzamos a jugar.
Como era de esperarse y siguiendo los principios de la probabilidad, el clima predominante en cada jornada fue el seco y hubo aldeas mejor preparadas que otras para este hecho. Sin embargo, para lo que ninguno de nosotros estuvo preparado, fue para la mala suerte de que desde la primera ronda nos aquejaran un número importante de eventualidades y que además éstas no fueran noticias buenas. Nos vimos inmersos en desastres y ataques del crimen organizado de tal manera que para la tercera ronda había ya tres aldeas en serios problemas.

Si no hacíamos algo pronto, estas aldeas desaparecerían.

Y entonces ocurrió algo increíble, entre todos nos dimos cuenta de que existían aldeas que contaban con más unidades de las necesarias para sobrevivir y poco a poco llegamos a tomar la decisión consensuada de que las comunidades mejor posicionadas enviaran unidades de cultivo de rescate a las aldeas en peligro de desaparición.

Después de discutir por algunos minutos la repartición final de las unidades de cultivo, logramos hacer que todas las aldeas creadas sobrevivieran y eso nos dio mucho ánimo.

Conforme las rondas fueron pasando, seguimos enfrentando desastres y ataques a nuestros sembradíos. Sin embargo, hallamos siempre la forma de evitar perder aldeas a pesar de las eventualidades y del clima resultante para cada año. Y así logramos completar con éxito la actividad.

La alegría no se hizo esperar, lo habíamos logrado.
Al júbilo le siguieron una lluvia de reflexiones y aprendizajes que quisiera compartir.

A pesar de que nos tomó un poco de tiempo ponernos de acuerdo, en comparación con las actividades anteriores, fue mucho más eficiente y rápida la toma de decisión. Esto me hizo pensar con alegría que hemos logrado un avance importante como grupo, hemos evolucionado nuestra forma de pensar que ha mudado de la competencia al trabajo en equipo y la colaboración para lograr el beneficio de todos los involucrados.

Quiero quedarme con esta sensación y aprendizaje de que sí es posible crear dinámicas donde todos cuidemos de los demás y como resultado de este esfuerzo nos estemos cuidando a nosotros mismos. Es por esto que he decido intentar encontrar la manera de compartir esta reflexión con más y más personas para que poco a poco todos dejemos de pensar desde la perspectiva competitiva, de tener, ser y poder más que los demás, para convertirnos en verdaderos agentes de cambio, plenamente conscientes de que todos estamos conectados y si vemos por el bien de los demás finalmente esa acción nos devolverá el bien a nosotros. 

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