Aprender jugando es una de las tácticas pedagógicas
más exitosamente empleadas durante la formación de los estudiantes. Con la
actividad de la vigésima sesión del curso, llegué más que a un aprendizaje, a
una reflexión muy interesante.
Todo el grupo se dividió en siete equipos de cuatro
integrantes cada uno. Cada equipo formaría una aldea que tendría un nombre y
una cantidad específica de habitantes que cuidar. Se jugarían 6 o 7 rondas que
para nuestros aldeanos representarían 6 o 7 años.
Al inicio de cada ronda el equipo debería decidir qué
tipos de cultivos sembrarían y en qué cantidades para abastecer las necesidades
de sus habitantes. Las opciones de semillas a plantar comprendían el betabel,
papa, amaranto, frijol, maíz y trigo.
Cada cultivo ofrecía una cantidad determinada de
unidades dependiendo del clima que se fuera a dar en el año; por ejemplo, el
betabel ofrecía 70 unidades en clima húmedo, pero sólo 20 unidades en clima
seco. La papa ofrecía 60 unidades en clima seco y sólo 30 en clima húmedo. Y de
la misma manera el resto de los cultivos.
Las condiciones principales para sembrar eran tener en
mente que son necesarias 450 unidades para poder mantener saludable a la
población, sembrar al menos dos cultivos de proteínas (frijol o amaranto) y
sembrar al menos tres tipos de cultivo diferentes.
Una vez hecha la decisión sobre la siembra de ese año,
se tiraba un dado. Si el dado caía en 1,2 ó 3 el clima de ese año sería seco,
si caía 4 ó 5 sería húmedo y si caía 6 se volvía a tirar el dado.
Ya establecido el tipo de clima para el año, se tiraba
una vez más el dado y el número que caía indicaba el número de eventualidades
que se darían en ese año. Si por ejemplo, la segunda tirada del dado diera como
resultado 4, se escogerían al azar cuatro cartas de un mazo de posibilidades.
Entre las eventualidades se podrían encontrar desastres o actos del crimen
organizado que arrasaran con una cantidad considerable de las unidades de
cultivo ya plantadas para el año. O bien podría encontrarse alguna carta que
ofreciera apoyo de la comunidad internacional o el ofrecimiento de un pozo para
alguna aldea que obtendría cuatro periodos de clima húmedo seguro.
Y así fue como una vez instauradas las reglas,
comenzamos a jugar.
Como era de esperarse y siguiendo los principios de la
probabilidad, el clima predominante en cada jornada fue el seco y hubo aldeas
mejor preparadas que otras para este hecho. Sin embargo, para lo que ninguno de
nosotros estuvo preparado, fue para la mala suerte de que desde la primera
ronda nos aquejaran un número importante de eventualidades y que además éstas
no fueran noticias buenas. Nos vimos inmersos en desastres y ataques del crimen
organizado de tal manera que para la tercera ronda había ya tres aldeas en
serios problemas.
Si no hacíamos algo pronto, estas aldeas
desaparecerían.
Y entonces ocurrió algo increíble, entre todos nos
dimos cuenta de que existían aldeas que contaban con más unidades de las necesarias
para sobrevivir y poco a poco llegamos a tomar la decisión consensuada de que
las comunidades mejor posicionadas enviaran unidades de cultivo de rescate a
las aldeas en peligro de desaparición.
Después de discutir por algunos minutos la repartición
final de las unidades de cultivo, logramos hacer que todas las aldeas creadas
sobrevivieran y eso nos dio mucho ánimo.
Conforme las rondas fueron pasando, seguimos
enfrentando desastres y ataques a nuestros sembradíos. Sin embargo, hallamos
siempre la forma de evitar perder aldeas a pesar de las eventualidades y del
clima resultante para cada año. Y así logramos completar con éxito la
actividad.
La alegría no se hizo esperar, lo habíamos logrado.
Al júbilo le siguieron una lluvia de reflexiones y
aprendizajes que quisiera compartir.
A pesar de que nos tomó un poco de tiempo ponernos de
acuerdo, en comparación con las actividades anteriores, fue mucho más eficiente
y rápida la toma de decisión. Esto me hizo pensar con alegría que hemos logrado
un avance importante como grupo, hemos evolucionado nuestra forma de pensar que
ha mudado de la competencia al trabajo en equipo y la colaboración para lograr
el beneficio de todos los involucrados.
Quiero quedarme con esta sensación y aprendizaje de
que sí es posible crear dinámicas donde todos cuidemos de los demás y como
resultado de este esfuerzo nos estemos cuidando a nosotros mismos. Es por esto
que he decido intentar encontrar la manera de compartir esta reflexión con más
y más personas para que poco a poco todos dejemos de pensar desde la
perspectiva competitiva, de tener, ser y poder más que los demás, para
convertirnos en verdaderos agentes de cambio, plenamente conscientes de que
todos estamos conectados y si vemos por el bien de los demás finalmente esa
acción nos devolverá el bien a nosotros.
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