miércoles, 8 de mayo de 2013

Reflexión final

Durante este cuarto parcial y a lo largo de todo un semestre de asistencia al curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía llevé a cabo diversas entradas en este blog titulado “Fragmentos de un diario discontinuo” que funge como mi bitácora personal. De todas las entradas aquí disponibles, he elegido las siguientes dos como las más significativas y merecedoras de aparecer en la reflexión final

  • La telaraña y el mundo
  • Vale la pena
Elegí las dos entradas anteriormente expuestas porque creo que representan mi verdadera evolución a lo largo de este semestre en el curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía.

La primera entrada corresponde a mis reflexiones y aprendizajes de la primera sesión del curso y considero que cuando escribí lo que sentí y lo que pensé de esa actividad, lo hice aún bajo los efectos de la emoción del compañerismo y el trabajo en equipo que sentí en esa sesión.
Ahora que miro hacia atrás y recuerdo lo que escribí y lo que dije que sentí con esta actividad, me doy cuenta de que esta primera impresión que me dejó el curso creció y se amplió de formas que no creí posibles cuando llevamos a cabo la actividad de la telaraña. En ese momento de verdad me sentí parte importante de una red que podía funcionar si y sólo si cada uno de nosotros hacía bien lo que le tocaba, pero debo admitir que en ese entonces no había entendido qué es lo que me tocaba hacer.


La dinámica inicial de la telaraña fue un impulso importante en mi introducción al curso y me enseñó mucho del trabajo en equipo y de la relevancia que tiene cada aportación individual. Es una actividad que al día de hoy sigo valorando mucho porque refleja la verdad de nuestro papel en la vida y el mundo.

Hablando ahora de mí misma, creo que la joven de ese entonces deseaba sentirse bien con el cumplimiento de la responsabilidad que por primera vez sintió sobre sus hombros tras la realización de la dinámica de la telaraña. Pero también era una joven que aún pensaba que aunque tomara acciones que la hicieran sentirse mejor con su consciencia, no sería posible hallar alguna participación verdaderamente importante o trascendente en la resolución de problemas sociales o la sostenibilidad del planeta.

Este primer momento del semestre me hizo sentir motivada a actuar, pero sin saber cómo, ni cuándo ni dónde. Sin creer verdaderamente en lo que haría ni en el equipo que como grupo debíamos conformar.

Fueron necesarios videos, lecturas, actividades y dinámicas, casos, discusiones, reflexiones, comentarios y vivencias repartidas en 26 sesiones, para poder entender mi verdadera misión y el impacto real de lo que hacemos por los demás.

A lo largo del curso aprendí muchas más cosas que sólo tener ganas de hacer algo. Entendí que no tengo que esperar a tener mucho tiempo y un gran trabajo que me permita tener cantidades importantes de dinero, para poder hacer una diferencia en la vida de alguien. A veces en acciones muy pequeñas se esconden los detonantes de grandes cambios.

Derribé mis creencias a cerca de la insignificancia de las acciones individuales o de las acciones de pequeños grupos. De verdad creía que era imposible ir en contra de un sistema tan corrupto, tan arraigado a la forma de vida y manera de pensar de nuestra sociedad. Y esta falsa creencia se derribó por completo con el caso de Medellín y su ex alcalde Sergio Fajardo.

Y finalmente, aprendí que es posible crear verdaderos equipos, donde se ponga el bienestar colectivo o incluso el de otros por encima del propio. Es posible trabajar pensando en los demás y en hacer una repartición justa y equitativa de los recursos con los que se cuentan.

Las tres reflexiones anteriores, sumadas a la experiencia única e infinitamente valiosa que me ofreció mi trabajo en el servicio social con TECHO, han provocado cambios importantes en mi persona y muchos de esos cambios los veo reflejados en la segunda entrada que elegí para este reporte.

La entrada denominada “Vale la pena”, me hizo llevarme conmigo una serie de sentimientos de esperanza, fe, motivación y ganas de encontrar mi propia estrella de mar y hacer, para esa estrella, toda la diferencia.
Los videos descritos en la segunda entrada que aquí expongo, corresponden a la penúltima sesión del curso y creo que marcaron mi aprendizaje del curso porque transformaron lo que pensé y creí en el tiempo de la primera sesión, en una certeza absoluta e incluso en un estilo de vida y de reflexión.

Creo que lo más significativo del curso para mí, vendría en la última sesión del curso con la actividad de los “brotes y raíces”. Pues, como también compartí en este espacio, después de meditarlo, establecí que mi brote fue hacer tiempo para llevar a cabo actividades para las que creía que no tenía espacio ni recursos. Buscar ayudar siempre que puedo y evitar pretextar que no tengo manera de hacerlo a la primera dificultad que se presenta. Esforzarme siempre por hacer una diferencia por pequeña que ésta sea.

Por otro lado, mi raíz se encuentra en la reflexión de que todos tenemos habilidades y talentos especiales y muy valiosos, buscar expresarlos en favor de un bien mayor y común es uno de los mejores propósitos de nuestro andar por la vida, uno, que además ofrece satisfacciones únicas e incomparables.

Debo confesar que quise compartir mis pensamientos anteriormente expuestos sobre los brotes y raíces con el resto del grupo cuando el profesor nos dio la oportunidad de dar un agradecimiento o retroalimentación sobre el curso a la clase, sin embargo, y a pesar de contar con algunos conocimientos sobre la elaboración del discurso y del arte de la oratoria, una vez estando frente a mis compañeros de tantas reflexiones, aprendizajes y trabajos en verdadero equipo, sentí una profunda necesidad de ser sincera y hablar de la verdadera sensación de agradecimiento que sentía por haber tenido esta oportunidad tan valiosa de aprender tanto, de ampliar impresionantemente mis horizontes, de romper con ideas que hasta ahora no me habían permitido hallar una verdadera misión y una motivación para hacer las cosas por pequeñas que parezcan, porque del tamaño que sean son muy valiosas.

Todo lo anterior me ha hecho sentir diferente, renovada, una persona que definitivamente no es igual a la que presenció el primer día de este curso. He tomado acciones en mi vida diaria que estoy cierta de que con el tiempo me darán más y mejores ideas de cómo participar activa y trascendentemente en los asuntos que aquejan a mi comunidad, mi nación e incluso a la humanidad entera. Ya no pongo límites a mis sueños, ya no pienso que no vale la pena intentar hacer la diferencia y sobre todo ya no creo que no sea posible rebelarse con cada acción generosa, con cada esfuerzo y trabajo diario.

Me hacen falta palabras para agradecerle al profesor Luis Gerardo la increíble labor que lleva a cabo con cada grupo de alumnos que tiene la fortuna de llegar a sus manos. Él ha sabido hacernos ver una realidad diferente, sabe inspirar y atraer actitudes positivas, ganas de despertar y empezar a hacer algo por el otro. Como bien expresaba un compañero en la última sesión del curso, llegar a la clase de Responsabilidad Social y Ciudadanía representaba un proceso de asombro constante, de sentimientos encontrados, de necesidad de estar a la expectativa y atentos. Cada sesión provocaba un giro en el rumbo de mi día, una ventana que me permitía ver más allá de mi propia lucha y recuperar el panorama completo en el que me es más fácil recordar que hay personas allá afuera que necesitan de personas que, como yo, hayan aceptado el reto de buscar ser verdaderos agentes de cambio.

Honestamente no puedo pensar en alguna oportunidad de mejora para el diseño o implementación del curso. Cada una de las sesiones fue interesante y me dejó algún valioso aprendizaje y la forma en que el profesor nos guió a través de las dinámicas y las reflexiones fue, desde mi punto de vista, sencillamente perfecta.

Para finalizar esta reflexión final quisiera decir que este curso ha marcado mi manera de ver la vida y mi misión en este mundo. Creo que tengo mucho que dar y todo lo que he aprendido en esta materia me obliga a hacer una promesa conmigo misma, una en la que me comprometo a no olvidarme de esta necesidad que ahora siento de buscar incansablemente mi manera de generar el mejor impacto positivo en lo y los que me rodean.
Deseo ser como los sembradores de palmas datileras o como el joven que en una playa lanzaba estrellas de mar al fondo del océano… He decidido creer que se puede y buscar hacer de mi vida una constante búsqueda de oportunidades para unirme a ese grupo de personas que ahora admiro porque están haciendo algo para marcar una diferencia… “No me resigno a la idea de que cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera existido”.

martes, 7 de mayo de 2013

Un acto de fe


La narración que a continuación compartiré trata de la última sesión del curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía.

En esta última sesión me llevé un aprendizaje muy valioso sobre el verdadero poder de las intenciones, de las acciones que dan sin esperar la satisfacción de un interés propio o egoísta.

El profesor nos presentó un último caso; el de Don Carlos y sus acciones en la comunidad de Tlaxco. Este hombre admirable compró terrenos erosionados y animó a amigos y conocidos a comprar terrenos en estas mismas condiciones.
Una vez adquiridos los terrenos, Don Carlos comenzó, hace 50 años, un proyecto para “devolverle a la tierra lo que es de la tierra”. A través de la generación de composta, y actividades intensas de reforestación, hoy, esas tierras son fértiles y hay una gran variedad de árboles y diferentes tipos de vegetación.

Dentro de la comunidad, se lleva a cabo el proyecto “San Isidro”, que además de preocuparse por la regeneración de la tierra, lleva a cabo un programa de educación y capacitación para niños y adultos a cerca de la importancia del cuidado del medio ambiente y de valorar la riqueza que ofrece la tierra. El proyecto es integral, muy completo y enseña, sobre todo a los niños, a amar a su tierra, a cuidarla y respetarla.

Y entonces entendí la importancia de conocer lo que queremos proteger porque nadie ama lo que no conoce y no podremos convertirnos en verdaderos guardianes y defensores de lo que no amamos.
 
Poco después llevamos a cabo una dinámica denominada “brotes y raíces” donde el profesor nos pidió escribir como brote aquel cambio de actitud o acciones que hayan nacido en nosotros como resultado de tomar este curso y como raíz, algún pensamiento o manera de ver la vida que se haya afianzado en nosotros.
Ahora quisiera compartir mi brote y mi raíz.

Después de meditarlo, establecí que mi brote fue hacer tiempo para llevar a cabo actividades para las que creía que no tenía espacio ni recursos. Buscar ayudar siempre que puedo y no pretextar que no tengo manera de hacerlo a la primera dificultad que se presenta. Esforzarme siempre por hacer una diferencia por pequeña que ésta sea.

Por otro lado, mi raíz se encuentra en la reflexión de que todos tenemos habilidades y talentos especiales y muy valiosos, buscar expresarlos en favor de un bien mayor y común es uno de los mejores propósitos de nuestro andar por la vida, uno, que además ofrece satisfacciones únicas e incomparables.

La última actividad consistió en ofrecer un mensaje de agradecimiento o retroalimentación al grupo o al maestro, de tal forma que pudiéramos sellar esta aventura poniendo en palabras nuestra experiencia.

Hablar y escuchar a mis compañeros fue una experiencia inigualable, creo que todos hablamos desde el fondo de nuestro corazón y desde lo más íntimo de nuestros pensamientos y sentimientos. Hubo quien compartió hechos de su vida más privada y eso sólo me hizo sentir que de verdad habíamos formado un equipo muy valioso, capaz de confiar a ese nivel en los demás y de apreciar la compañía a lo largo de este viaje que quisiera prolongar pero que inevitablemente ha concluido.

La experiencia fue increíble, profunda, impresionante. Afiancé todas mis reflexiones pasadas y reafirmé mi convicción de buscar ser siempre un agente de cambio, desde donde sea que esté, hallaré la manera de hacer como los sembradores de palmas datileras. “Una palma datilera tarda 80 años en dar su primer fruto. Sembrar una palma es un acto de fe, un signo de esperanza y un símbolo de amoroso compromiso con el futuro”... Un compromiso que, por primera vez, asumo como mío…
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Vale la pena


La sesión #25 que a continuación describo, ha sido, en lo personal, una de las sesiones más significativas del curso.

Considero que la discusión sobre la importancia y verdadera trascendencia de las acciones con responsabilidad ciudadana, se torna cada vez más sincera, más profunda.

A lo largo de esta sesión pude sentir que hemos creado un verdadero ambiente de trabajo en equipo, de confianza en el otro y en el valor que tiene la aportación de uno mismo al beneficio colectivo. Pude notar que las reflexiones que compartimos tienen un valor diferente, más sincero y más apreciado, sin lugar a dudas todos de alguna manera, hemos cambiado.

En este contexto de hermandad, de equipo y de esfuerzo y aprendizajes compartidos, la proyección de dos de los videos que preparó el profesor para la clase, me causaron un impacto muy particular.

El primero de esos videos, describía un camino en alguna ciudad del mundo donde el gran tronco de un árbol caído obstaculizaba el paso. Camiones, taxis y autos particulares vieron detenido su camino en medio de un muy pesado tráfico.
El tronco gigante era un enorme problema para todos, sin embargo la gente pasaba, se molestaba, se desesperaba, pero el obstáculo seguía ahí. La lluvia comenzó a caer. Y fue entonces cuando un niño pequeño se bajó del autobús y en medio de la tormenta observó el daño que estaba provocando el tronco a mitad del camino, evitaba que todos los ahí presentes pudieran llegar a su destino. Entonces dejó su mochila en el suelo, se colocó frente al gigantesco tronco y comenzó a empujarlo con todas sus fuerzas.

El resto de las personas, se quedaron mirando atentamente al pequeño, asombrados.
Al verlo, un grupo de niños chiquitos corrieron hacia el tronco y empezaron a empujar entusiastamente. Y fue sólo hasta entonces, después de observar a los niños, que jóvenes, hombres y mujeres adultos, se unieron al esfuerzo y comenzaron a aportar su fuerza alrededor del gran tronco.

Después de un tiempo de trabajo compartido, el tronco finalmente comenzó a moverse y poco a poco, entre todos lograron quitarlo del camino.
La felicidad no se hizo esperar, se pudo sentir en el ambiente un aire de compañerismo y algo muy parecido a la hermandad. El ánimo de todos mejoró notablemente y hasta la lluvia cesó, dando lugar a una reflexión muy profunda en mi mente.

Me pareció muy impactante que el primero en hacer algo al respecto, en darse cuenta de que era necesario actuar para mejorar la situación de todos, fuera un niño. Y que los que lo siguieran fueran niños.
Mientras sólo los pequeños empujaban con fuerza, pensé en la inocencia característica de la infancia, en la fe y esperanza que irradian los niños. Ellos no se detuvieron a pensar que eran demasiado pequeños, que no tendrían la fuerza suficiente para mover el tronco. Pienso que verdaderamente creían que podrían, y si es que me equivoco, saber que eran pequeños no los detuvo y fue su acción el detonante de algo más grande que resultaría en el beneficio de todos.

Antes de llegar a este curso, siempre me detuve a pensar si lo que hacía serviría de algo, si tendría el impacto suficiente o necesario, y cada vez que lo evaluaba llegaba a la conclusión de que yo sólo era una persona, diminuta e insignificante en comparación con los grandes problemas y obstáculos que como sociedad y humanidad enfrentamos. Y traté de tomar acciones, pero ahora sé y puedo aceptar con toda honestidad, que tenían más el objetivo de callar mi consciencia que de ofrecer una pauta hacia un impacto verdadero y duradero.

El segundo video afianzó mi reflexión anterior y me motivó a buscar no volver a minimizar mis aportaciones nunca más.
Este video era un relato de la historia de un gran maestro y escritor que caminando por la playa encontró a un joven a la orilla del mar aventando estrellas de mar al fondo del océano.
Entonces el escritor le preguntó al joven por qué lanzaba las estrellas al mar. El joven contestó que había mucho sol y la marea estaba bajando, si no las regresaba al mar, se secarían y morirían. 
El maestro preguntó al joven que si acaso no notaba que había kilómetros de playa y muchísimas estrellas, que su esfuerzo era inútil y no haría la diferencia porque no podría salvarlas a todas. El joven escuchó respetuosamente al escritor, tomó una estrella de mar y la lanzó al fondo del océano, más allá de las olas. Entonces se volvió al maestro y le dijo, “para ésa hizo toda la diferencia”.

Fue en ese momento cuando comprendí que por pequeñas que parezcan mis acciones, mi esfuerzo y mi contribución a causas justas, de alguna manera tendrán un eco en alguna persona y tendrán un impacto que hará toda la diferencia para alguien.

Mi estrella ahora, es el niño con el que trabajo en la implementación del plan de educación de la Organización TECHO. Ese pequeño aprende rápido, se esfuerza cada sábado en atender las lecciones y he visto ya algunos cambios en su forma de pensar y de actuar y creo que aunque dentro de algunos años no recuerde ni mi nombre… mi trabajo con él ahora, podría hacer alguna diferencia verdadera en su vida. Esto es lo que me alienta y motiva a seguir adelante y dar todo de mí deseando que de alguna manera, mis acciones de hoy resuenen en la eternidad… 

domingo, 5 de mayo de 2013

Percepciones


Nunca pensé que la forma en que uno se ve y piensa de sí mismo, influyera de manera tan poderosa e importante en la realidad que lo rodea.

La actividad de esta vigésimo cuarta sesión de la materia de Responsabilidad Social y Ciudadanía me dejó perpleja.

Al llegar al salón se nos dividió en siete equipos de cuatro personas. A cada equipo se le ofreció un pliego de papel bond de cuadrícula, plumones y crayolas.

Posteriormente se nos dio una sencilla indicación: Haciendo uso del material recién entregado, cada equipo debía elaborar una réplica del planisferio de la Tierra.

La tarea no fue nada fácil, pues además de que en el equipo parecía no haber mucho talento para el dibujo, de repente caímos en cuenta de que no podíamos recordar a detalle las formas de los bordes y fronteras de algunos países y continentes.

Cabe mencionar que teníamos prohibido consultar libros o fuentes electrónicas. El dibujo debía hacerse únicamente con lo que pudiéramos reconstruir.

Después de un rato, llevamos a cabo la mejor reproducción que pudimos del planisferio de la Tierra y colocamos nuestro distorsionado dibujo junto con las representaciones de los otros equipos.

Entonces observamos todos los dibujos y nos dimos cuenta de patrones y características en común. En la mayoría de las representaciones, México estaba bien definido, pero teníamos problemas para detallar las formas de lugares más lejanos como Asia.
Además, curiosamente, todos colocamos a Europa aproximadamente en el centro del planeta.

Luego de la sorpresa, confusión y contrariedad que experimentamos al ver nuestros dibujos juntos, se nos permitió ver un planisferio “real” y darnos cuenta del gran número de errores que tenían nuestros dibujos. Olvidamos penínsulas, ubicamos erróneamente algunos países e incluso omitimos algunos.

Posteriormente el profesor nos mostró dibujos hechos por niños originarios de distintos países a los que se les pidió llevar a cabo la actividad de la misma manera en que se nos indicó a nosotros. Los resultados fueron muy similares.

Pequeños provenientes de Asia dibujaron a detalle sus países e incluso islas, pero perdieron características importantes del Continente Americano e incluso hubo quien suprimió a México de su mapa.
Pudimos concluir entonces que para todos era más fácil representar a su nación y a lo que hubiera cerca de ella, pero tuvimos serios problemas para reconstruir lugares lejos de casa. Además de este dato en común, notamos que en los dibujos creados por los niños, Europa también parecía estar al centro del mapa.

Al parecer esta visión eurocéntrica del mundo ha dominado las representaciones cartográficas conocidas en todo el mundo y además tenemos una clara percepción de que el hemisferio norte es mayor en extensión territorial que el hemisferio sur.

Después vendría lo inesperado, el profesor nos dio datos impactantes a cerca del verdadero lugar que ocupan los países y continentes en el mundo:

-       Europa ocupa 9.7 millones de km2 mientras que Sudamérica ocupa 17.8 millones de km2. Sin embargo, en nuestros mapas siempre percibimos al continente europeo más grande que a Sudamérica.
-       La llamada URSS ocupa 22 millones de km2 mientras que el continente africano ocupa 30 millones de km2 y lo cierto es que la mayoría diríamos que la URSS parece mucho más grande que África.
-       Siendo observadores, es posible notar que Europa no es el centro del mundo pues al localizar el Ecuador podemos constatar que el mapa no está dividido en partes iguales.
-       En nuestros mapas el norte luce mucho más grande que el sur, sin embargo en términos numéricos, el hemisferio norte ocupa 52 millones de km2 mientras que el sur tiene 100 millones de km2 de extensión territorial.

¿Cómo es posible entonces que todos tengamos esta percepción tan equivocada de la realidad? La respuesta tiene que ver con el poder y riqueza de los países europeos que tuvieron los medios para pagar la elaboración de un mapa que se ajustara a sus intereses. Así pues,  la proyección de Mercator, que es la mundialmente mejor conocida, muestra a los países del norte mucho más grandes de lo que en realidad son, y a Europa se le encuentra exagerado en tamaño y en el centro del mundo.

Lo anterior tiene sentido si pensamos que los mapas plasman nuestra manera de ver el mundo, y una imagen puede ser muy poderosa.
La representación de Mercator nos hace darles aún más importancia a los países poderosos y colonizadores. Nos hace sentirnos inferiores a ellos, pequeños e insignificantes.

Después de llegar a esta sorprendente reflexión y de ser consciente de hechos que verdaderamente ignoraba, pude atender con verdadero interés el video de una conferencia que nos fue proyectado y que versaba principalmente sobre el verdadero lugar de América Latina en el mundo.

El conferencista supo atraer la atención de su público, pero sobre todo, ofreció argumentos sólidos sobre la verdadera importancia de la llamada “Latinoamérica”. Me permitió tener una visión mucho más clara y objetiva de lo que realmente somos y significamos en el mundo.

La mayoría de nosotros pensamos que nuestras capacidades son inferiores a las de un norteamericano o europeo, creemos que las economías de nuestros países son pequeñas si se comparan con otros países y hasta hemos llegado a sentir que es casi imposible lograr niveles de bienestar y calidad de vida semejantes a los de naciones primermundistas.

Sin embargo, el conferencista se encargó de derribar cada uno de los mitos que giran alrededor de nuestra realidad y de la forma en que nos percibimos, o más bien, la forma en que nos han hecho vernos a nosotros mismos.

Hemos permitido que se nos oculten las maravillas de las que somos beneficiarios en esta tierra que ofrece riquezas invaluables. Olvidamos los paisajes, la comida, las tradiciones, la cultura, la fuerza de nuestra gente y el poder de nuestro trabajo… Somos verdaderas economías emergentes, países en desarrollo, en constante evolución y progreso.
Somos más de lo que imaginamos, pero nos hace falta saberlo y creerlo.

Hacia el final de la sesión pude observar a detalle una representación alternativa del planeta Tierra. La versión del mundo de Peters es diferente a la de Mercator porque trata de conservar las dimensiones territoriales verdaderas de los continentes.

Ver la imagen del mapa de Peters, me conmocionó. Lugares considerados tan poco importantes como África y América del Sur, se ven enormes y parecen más importantes. ¡Qué diferente se siente saberse de un lugar cuyas dimensiones son tan superiores a las de otros en el mundo!

Como dije al inicio, nunca me imaginé que las percepciones de uno mismo fueran tan poderosas, una imagen puede cambiar poderosamente el ánimo de quien se mira en ella, puede elevar o hundir la autoestima y de acuerdo a eso motivar o no a la acción que es el motor de todo cambio y mejora.

Esta sesión me hizo sentir simplemente anonadada, confundida, pues nunca me imaginé que mi percepción del mundo no fuera la correcta y cambió verdaderamente mi manera de ver el papel de México y Latinoamérica en el mundo.

Ahora más que nunca siento y sé que el primer paso hacia la conquista de cualquier meta es creer verdaderamente que es posible alcanzarla y es algo que en lo individual y como sociedad latinoamericana, nos hace mucha falta… Debemos confiar en nuestras habilidades en nuestro potencial, creer que podemos porque de verdad podemos y fijarnos objetivos ambiciosos sin temor a no estar a la altura.
Esta es una reflexión que desde esta sesión y hacia adelante he tratado de aplicar en mi vida personal, pues creo que si también en lo individual pensamos a gran escala, poco a poco entre todos iremos alcanzando metas cada vez más importantes que nos convenzan y reafirmen la verdadera importancia de nuestro papel en la vida y el mundo.

domingo, 21 de abril de 2013

TOKS: Proyectos con responsabilidad social


La humanidad enfrenta una cantidad apremiante de retos y problemas. La pobreza, la contaminación, el hambre, la falta de abastecimiento de agua potable, la sobrepoblación, el cambio climático, la corrupción, la violencia, nuevas enfermedades, la falta de oportunidades, el inminente agotamiento de los recursos naturales, entre otros muchos más. Nuestra única oportunidad de revertir el impacto tan negativo que le hemos causado a nuestro planeta radica en crear verdadera conciencia entre todos los seres humanos que habitan la Tierra y que por consecuencia se verán afectados tarde o temprano por estos problemas.
Todos estamos conectados, es por eso que debe importarnos lo que sufren y enfrentan los demás. Y una manera de adoptar una buena actitud de responsabilidad social, radica en el ejercicio de la participación ciudadana.

Hoy, entre otras cosas, conocí el caso de Toks. Una cadena de restaurantes con responsabilidad social.

Resulta que esta empresa se preocupa por planear, desarrollar e implementar programas integrales que benefician a todos los sectores involucrados con su actividad: a sus colaboradores y trabajadores, a sus clientes, a sus proveedores y a la sociedad en general.

Toks ha adoptado proyectos de pequeños empresarios y los ha impulsado para que se conviertan en negocios redituables y generen un impacto en sus comunidades y en los colaboradores de los mismos. Ha buscado a lo largo de toda la República Mexicana, productos de calidad que puedan ser empleados en la elaboración de platillos del restaurante.
Una vez localizado el producto, se dedica a averiguar el proceso de producción y contactar a los productores para plantear la posibilidad de un trabajo conjunto. Si se concreta la intención, Toks se vuelve cliente y colaborador de sus proveedores que además son personas que forman parte de comunidades indígenas, marginadas, de escasos recursos o con algún tipo de discapacidad.

Un caso particular de lo anterior es el de las “Mermeladas Santa Rosa” que ya forman parte del menú y oferta en los restaurantes Toks.
Este proyecto surgió cuando Toks descubre la calidad de las mermeladas artesanales que producían 13 mujeres en un pequeño taller de reducidas dimensiones. Estas mujeres ofrecían sus mermeladas en un local igualmente pequeño y en una comunidad del Estado de Guanajuato que contaba con muy poco atractivo turístico.

Muchos menospreciaron el trabajo y esfuerzo de estas mujeres emprendedoras, hasta que Toks hizo una diferencia. Impulsó este proyecto de tal forma que este negocio creció y logró hacerse de mejores instalaciones y maquinaria pues la demanda del producto es mucho mayor ahora. Actualmente no sólo es Toks el cliente más importante.

Además, la comunidad en donde residen estas mujeres también se vio beneficiada con su crecimiento, pues otra de las acciones sociales que toma Toks, consiste en hacer del conocimiento de sus clientes y consumidores, las historias que hay detrás de los productos que se ofrecen en sus restaurantes. La historia de estas 13 mujeres atrajo turismo a su comunidad y benefició a la sociedad en general.

Ahora bien, hablando en particular del beneficio que obtuvieron estas mujeres emprendedoras, no sólo debe considerarse el aspecto económico que evidentemente mejoró muchísimo, también debe pensarse en el paradigma que se rompió en su comunidad al ver que 13 mujeres lograron una meta importante, con una buena idea y su esfuerzo. Pensemos en esas 13 familias que se vieron beneficiadas directamente; actualmente todos los hijos de estas mujeres han terminado una carrera universitaria o la están cursando. Esto sin duda alguna amplía enormemente las expectativas de vida para estas familias y para nuestra sociedad en general, pues son jóvenes como los hijos de estas mujeres trabajadoras los que permitirán construir un México mejor para todos.

Imaginar el impacto tan importante que tienen los proyectos como el de la “Mermelada Santa Rosa” me restaura la fe en que es posible generar impactos positivos, incluso a través de las empresas, que parecen buscar más el mejor posicionamiento y la máxima generación de utilidades que retribuir a la sociedad lo que obtienen de ella.
Toks es un ejemplo increíble de generación de acciones de una manera completamente integral, no se olvidan de nadie y donde colocan su apoyo desencadenan una serie de consecuencias positivas que impactan a muchos más de los que se involucran directamente.

Generar procesos ganar-ganar es muy importante: la empresa Toks evidentemente se ve beneficiada al adquirir productos calidad y a buenos precios, los productores crecen, se dan a conocer y mejoran sus utilidades y los clientes de Toks adquieren productos únicos, así como la posibilidad de conocer las historias, trabajo y esfuerzo detrás de lo que consumen, lo que les permitirá ejercer una participación ciudadana consciente y elegir aportar su compra a causas que benefician a su país. Todos ganan. Y se genera un ciclo positivo que impulsa la mejora de sectores clave de la sociedad.

El caso de Toks, demuestra que es posible satisfacer las necesidades e intereses propios mientras se fomenta el desarrollo de la comunidad que es también la fuente de satisfacción de esos intereses. Es posible ganar sin basar esa victoria en la derrota del otro, todo es cuestión de generar los mecanismos adecuados y creer que es posible lograrlo.

El vuelo del oso


Para esta actividad, todos los integrantes del curso salimos del aula y formamos un gran círculo.
Posteriormente el profesor nos proporcionó un pequeño oso de peluche y nos pidió que nos lo fuéramos pasando de tal manera que al final todos hubieran tenido en sus manos el oso. La única condición era que quién tuviera en su poder al oso, debía enviarlo a algún compañero del otro lado del círculo, de tal manera que el oso “volara” de un lado a otro.

Todos debíamos recordar a la persona que nos envió el oso y a la que se lo enviamos, de tal forma que entre todos fuéramos capaces de reproducir la misma secuencia una y otra vez.

Comenzamos practicando el vuelo del oso una vez más. Después se nos pidió que intentáramos hacer el menor tiempo posible.
En nuestro primer intento logramos un tiempo de 32 segundos. Y a partir de ahí intentamos distintos métodos para mejorar.

Tras un par de intentos buscamos hacer el círculo más pequeño y compacto para que al estar más cerca pudiéramos ahorrarnos valiosísimos segundos. Y funcionó. Nuestro tiempo comenzó a oscilar entre los 20 y 25 segundos.

Al ver la mejora lograda, pensamos en que las personas que recibían el pase del oso en los primeros lugares estuvieran en un círculo muy pequeño y compacto dentro del círculo original y una vez recibido y hecho el pase, debían salir del círculo central para permitir que los que tenían los turnos consecutivos pudieran hacer sus pases en el centro y aminorar aún más las distancias. Y funcionó. Nuestros tiempos bajaron a alrededor de los 10 segundos.

Posteriormente el profesor nos permitió romper el círculo para organizar una estructura que nos permitiera mejorar todavía más nuestro tiempo. Y fue así como probamos colocar al oso en una superficie a poco más de un metro de distancia del suelo y crear filas para tocarlo en la secuencia correcta. Después de un par de intentos con esta idea, nuestro tiempo bajó a 8 segundos.
Poco después de este último intento deseamos mejorar aún más, pero ya no teníamos ideas. Preguntamos cuál era el mejor tiempo en que se ha hecho este ejercicio, históricamente hablando, y cuando el profesor nos dijo que hubo un grupo similar al nuestro que lo logró en 2 segundos, nos bloqueamos aún más.

Comenzamos a pensar seriamente que la manera en que estábamos pensando el ejercicio estaba mal y todo lo divertido que habían sido los intentos previos y el trabajo en equipo, dejó de serlo. Pasamos cerca de 7 minutos sin hacer un solo intento, sólo hablamos, discutimos, propusimos y desechamos ideas.

Finalmente se nos dieron unos últimos 4 minutos para intentar algo más pues la actividad debía concluirse ya. Presionados por el tiempo intentamos una última idea que consistía en colocar ambos brazos extendid
os al frente, muy juntos unos con otros en la secuencia correcta y en forma descendente, creando una “rampa” con la unión de los brazos de todos los participantes. De esta manera el oso sería arrojado cuesta abajo y pasaría tocando a cada uno en la secuencia requerida.


El último intento logró un tiempo de cerca de 3 segundos. Sin embargo haciendo una reflexión sincera, hubo participantes que aceptaron no haber tocado al oso, lo que iba en contra de las reglas del juego e invalidaba este último intento.

Luego de pensar en lo que este ejercicio significó, pude percatarme de la importancia que tiene escuchar, considerar todas las ideas y hacer incluyente el proceso de toma de decisión. 

A lo largo del juego hubo propuestas que no fueron escuchadas, o fueron desechadas de manera arbitraria. De la misma manera, hubo muchos comentarios pesimistas acerca de cada nueva idea que contagiaba la negatividad al resto del grupo y evitaba que se creyera en la posibilidad de mejorar. Y esto pasa constantemente en todos los sistemas a diferentes niveles en la vida real. ¿Cuánto talento, ideas y proyectos son mantenidos a la orilla, en el silencio, por falta de oportunidades y de inclusión? ¿Cuántas buenas ideas son difícilmente implementadas debido a la falta de fe por parte de la comunidad que se resiste a implementar cambios y antes de intentarlo ya está prediciendo el fracaso?

A partir de esta actividad entendí mejor la importancia de crear VERDADERO trabajo en equipo, de escuchar a todos, de buscar hacer sentir a todos parte de algo importante y una pieza clave para el éxito de lo que se hace. Nunca conformarse, siempre ir por más, pero honestamente y no perdiendo de vista jamás los intereses y necesidades de los demás.

martes, 16 de abril de 2013

El juego de las aldeas


Aprender jugando es una de las tácticas pedagógicas más exitosamente empleadas durante la formación de los estudiantes. Con la actividad de la vigésima sesión del curso, llegué más que a un aprendizaje, a una reflexión muy interesante.


Todo el grupo se dividió en siete equipos de cuatro integrantes cada uno. Cada equipo formaría una aldea que tendría un nombre y una cantidad específica de habitantes que cuidar. Se jugarían 6 o 7 rondas que para nuestros aldeanos representarían 6 o 7 años.

Al inicio de cada ronda el equipo debería decidir qué tipos de cultivos sembrarían y en qué cantidades para abastecer las necesidades de sus habitantes. Las opciones de semillas a plantar comprendían el betabel, papa, amaranto, frijol, maíz y trigo.
Cada cultivo ofrecía una cantidad determinada de unidades dependiendo del clima que se fuera a dar en el año; por ejemplo, el betabel ofrecía 70 unidades en clima húmedo, pero sólo 20 unidades en clima seco. La papa ofrecía 60 unidades en clima seco y sólo 30 en clima húmedo. Y de la misma manera el resto de los cultivos.

Las condiciones principales para sembrar eran tener en mente que son necesarias 450 unidades para poder mantener saludable a la población, sembrar al menos dos cultivos de proteínas (frijol o amaranto) y sembrar al menos tres tipos de cultivo diferentes.

Una vez hecha la decisión sobre la siembra de ese año, se tiraba un dado. Si el dado caía en 1,2 ó 3 el clima de ese año sería seco, si caía 4 ó 5 sería húmedo y si caía 6 se volvía a tirar el dado.
Ya establecido el tipo de clima para el año, se tiraba una vez más el dado y el número que caía indicaba el número de eventualidades que se darían en ese año. Si por ejemplo, la segunda tirada del dado diera como resultado 4, se escogerían al azar cuatro cartas de un mazo de posibilidades. Entre las eventualidades se podrían encontrar desastres o actos del crimen organizado que arrasaran con una cantidad considerable de las unidades de cultivo ya plantadas para el año. O bien podría encontrarse alguna carta que ofreciera apoyo de la comunidad internacional o el ofrecimiento de un pozo para alguna aldea que obtendría cuatro periodos de clima húmedo seguro.

Y así fue como una vez instauradas las reglas, comenzamos a jugar.
Como era de esperarse y siguiendo los principios de la probabilidad, el clima predominante en cada jornada fue el seco y hubo aldeas mejor preparadas que otras para este hecho. Sin embargo, para lo que ninguno de nosotros estuvo preparado, fue para la mala suerte de que desde la primera ronda nos aquejaran un número importante de eventualidades y que además éstas no fueran noticias buenas. Nos vimos inmersos en desastres y ataques del crimen organizado de tal manera que para la tercera ronda había ya tres aldeas en serios problemas.

Si no hacíamos algo pronto, estas aldeas desaparecerían.

Y entonces ocurrió algo increíble, entre todos nos dimos cuenta de que existían aldeas que contaban con más unidades de las necesarias para sobrevivir y poco a poco llegamos a tomar la decisión consensuada de que las comunidades mejor posicionadas enviaran unidades de cultivo de rescate a las aldeas en peligro de desaparición.

Después de discutir por algunos minutos la repartición final de las unidades de cultivo, logramos hacer que todas las aldeas creadas sobrevivieran y eso nos dio mucho ánimo.

Conforme las rondas fueron pasando, seguimos enfrentando desastres y ataques a nuestros sembradíos. Sin embargo, hallamos siempre la forma de evitar perder aldeas a pesar de las eventualidades y del clima resultante para cada año. Y así logramos completar con éxito la actividad.

La alegría no se hizo esperar, lo habíamos logrado.
Al júbilo le siguieron una lluvia de reflexiones y aprendizajes que quisiera compartir.

A pesar de que nos tomó un poco de tiempo ponernos de acuerdo, en comparación con las actividades anteriores, fue mucho más eficiente y rápida la toma de decisión. Esto me hizo pensar con alegría que hemos logrado un avance importante como grupo, hemos evolucionado nuestra forma de pensar que ha mudado de la competencia al trabajo en equipo y la colaboración para lograr el beneficio de todos los involucrados.

Quiero quedarme con esta sensación y aprendizaje de que sí es posible crear dinámicas donde todos cuidemos de los demás y como resultado de este esfuerzo nos estemos cuidando a nosotros mismos. Es por esto que he decido intentar encontrar la manera de compartir esta reflexión con más y más personas para que poco a poco todos dejemos de pensar desde la perspectiva competitiva, de tener, ser y poder más que los demás, para convertirnos en verdaderos agentes de cambio, plenamente conscientes de que todos estamos conectados y si vemos por el bien de los demás finalmente esa acción nos devolverá el bien a nosotros. 

domingo, 14 de abril de 2013

Conciencia crítica


Existen conceptos muy interesantes en materia de participación ciudadana, los tipos de conciencia por ejemplo, son unos que me llamaron particularmente la atención.
En estricta teoría existen tres tipos de conciencia entre los ciudadanos: la ingenua, la pre-crítica y la crítica.

La conciencia ingenua es aquélla que considera que todo problema social es permanente e inamovible, que no vale la pena pensar o buscar soluciones porque siempre será imposible cambiar el sistema y la forma actual de llevar los problemas.
La conciencia pre-crítica va un poco más allá, piensa que es posible tomar acciones, participar en algunas iniciativas y hace sentir que se trata de hacer lo que está dentro de las propias posibilidades. En este tipo de conciencia se puede mover a la acción con el único objetivo de evadir el sentimiento de culpa o remordimiento por la falta de actividad ante problemas que se saben importantes.
Finalmente la conciencia crítica puede ser vista como una evolución de la pre-crítica, en este nivel es posible moverse a la acción con el pleno conocimiento de que debe buscarse actuar con causa y objetivo, de tal forma de que lo que se haga tenga un impacto importante y trascendente en las personas y lugares que se vean implicados en la toma de responsabilidad social y ciudadana.

Para ejemplificar el último tipo de conciencia se puede retomar la intención y desarrollo del proyecto “Agua para siempre” ganador del concurso nacional mexicano titulado “Iniciativa México”.
Considero realmente rescatable como ejemplo, el trabajo que llevó a cabo Raúl Hernández Garcíadiego en la región mixteca de Puebla porque no pretendió llegar con ideas e insertarlas en este lugar, sino que trabajó para poder ser parte de la comunidad y para que los habitantes lo hicieran parte de sus vidas pues de esta manera entendió mejor los problemas de la región y pudo buscar apoyar de tal forma que sus esfuerzos rindieran buenos frutos.

El Doctor Hernández Garcíadiego ha impulsado desde 1980, un proceso de desarrollo sostenible que puede beneficiar a las familias más pobres de la semiárida región Mixteca. Después de establecerse en este lugar y hablar con hombres y mujeres habitantes de la región, se detectaron tres problemas principales en la zona: la escasez de agua derivada de las condiciones climáticas, la ausencia de sistemas de abastecimiento y la falta de cultura ambiental que favorecía la contaminación de la poca agua existente.

Así pues, una vez detectado el problema, Raúl buscó conformar un equipo interdisciplinario que incluyó universitarios, técnicos y la muy importante participación de los miembros de la comunidad para crear y ejecutar soluciones que permitieran conservar el agua, mejorar la alimentación de los pobladores así como su ingreso productivo.

El caso de Santa María la Alta, donde el equipo de Raúl contribuyó para construir una presa muy necesaria para poder recolectar el agua de lluvia y abastecer a la comunidad del vital líquido, es un ejemplo específico muy claro del poder de acción de una conciencia crítica.
Al observar el interés de los habitantes por hacer realidad la presa, Raúl contribuyó con ellos pero siempre dejando en claro que sólo con la colaboración de todos los habitantes podría lograrse el objetivo. Y así se hizo, hombres, mujeres y niños hicieron su parte, pusieron su trabajo y esfuerzo; cargando piedras, barriendo, limpiando, acarreando materiales, etc.

Tras un año de duro trabajo y sin más apoyo que las manos y el esfuerzo de todos los habitantes y pequeño equipo de Raúl, la presa logró terminarse. A pesar del júbilo por ver la obra terminada, tuvieron que pasar varios meses hasta ver la obra funcionando, cuando cayeron las primeras lluvias. Y luego vino la tragedia.

La presa no resistió la presión y nivel del agua, se fracturó y creó un gran hueco por donde el líquido escapó. El desanimó no se hizo esperar. El trabajo tan pesado y duro de todo un año se había perdido.
Raúl volvió al día siguiente para hablar con los habitantes y contrario a lo que se pudiera pensar, los pobladores decidieron no darse por vencidos. Habían trabajado demasiado, habían puesto y sacrificado mucho en la esperanza de esa presa. No estaban dispuestos a darse por vencidos.
Este comportamiento es interesante, porque es fruto del trabajo previo de Raúl con los habitantes. No se buscaron culpables, se asumió nuevamente el reto y se decidió trabajar una vez más mano con mano hasta ver el sueño de todos materializado.
Tuvo que transcurrir un año más y algunos meses antes de que la presa estuviese terminada y funcionara como debía.

Este proyecto, el trabajo y la reacción de la comunidad son una muestra importante y muy interesante de lo que se puede hacer sabiendo orientar las acciones.
Entendí la importancia que tiene saberse ganar la confianza y el aprecio de las personas a las que queremos ayudar, insertarse en su ambiente, tratar de entender desde raíz las causas y efectos de sus problemas y después buscar a toda costa que los beneficiados de nuestros esfuerzos se involucren con el trabajo que estamos haciendo pues sólo de esta manera se podrá lograr un cambio de mentalidad, de sueños, de objetivos individuales a colectivos y se alcanzará el verdadero trabajo en equipo.

Finalmente debo admitir que sentí que mi conciencia está en el nivel pre-crítico, y no es que sea malo intentar participar o llevar a cabo cierto tipo de activismo o asistencialismo, pero depende mucho de la situación. Es imperante entender la necesidad de dar el salto de la conciencia pre-crítica a la crítica, es de vital importancia hacerlo porque únicamente llegando a este nivel de conciencia podremos comenzar a lograr verdaderos cambios en las formas de pensar y actuar de otras personas, hasta que poco a poco y entre todos demos solución a los problemas más urgentes que nos aquejan como sociedad.