martes, 7 de mayo de 2013

Un acto de fe


La narración que a continuación compartiré trata de la última sesión del curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía.

En esta última sesión me llevé un aprendizaje muy valioso sobre el verdadero poder de las intenciones, de las acciones que dan sin esperar la satisfacción de un interés propio o egoísta.

El profesor nos presentó un último caso; el de Don Carlos y sus acciones en la comunidad de Tlaxco. Este hombre admirable compró terrenos erosionados y animó a amigos y conocidos a comprar terrenos en estas mismas condiciones.
Una vez adquiridos los terrenos, Don Carlos comenzó, hace 50 años, un proyecto para “devolverle a la tierra lo que es de la tierra”. A través de la generación de composta, y actividades intensas de reforestación, hoy, esas tierras son fértiles y hay una gran variedad de árboles y diferentes tipos de vegetación.

Dentro de la comunidad, se lleva a cabo el proyecto “San Isidro”, que además de preocuparse por la regeneración de la tierra, lleva a cabo un programa de educación y capacitación para niños y adultos a cerca de la importancia del cuidado del medio ambiente y de valorar la riqueza que ofrece la tierra. El proyecto es integral, muy completo y enseña, sobre todo a los niños, a amar a su tierra, a cuidarla y respetarla.

Y entonces entendí la importancia de conocer lo que queremos proteger porque nadie ama lo que no conoce y no podremos convertirnos en verdaderos guardianes y defensores de lo que no amamos.
 
Poco después llevamos a cabo una dinámica denominada “brotes y raíces” donde el profesor nos pidió escribir como brote aquel cambio de actitud o acciones que hayan nacido en nosotros como resultado de tomar este curso y como raíz, algún pensamiento o manera de ver la vida que se haya afianzado en nosotros.
Ahora quisiera compartir mi brote y mi raíz.

Después de meditarlo, establecí que mi brote fue hacer tiempo para llevar a cabo actividades para las que creía que no tenía espacio ni recursos. Buscar ayudar siempre que puedo y no pretextar que no tengo manera de hacerlo a la primera dificultad que se presenta. Esforzarme siempre por hacer una diferencia por pequeña que ésta sea.

Por otro lado, mi raíz se encuentra en la reflexión de que todos tenemos habilidades y talentos especiales y muy valiosos, buscar expresarlos en favor de un bien mayor y común es uno de los mejores propósitos de nuestro andar por la vida, uno, que además ofrece satisfacciones únicas e incomparables.

La última actividad consistió en ofrecer un mensaje de agradecimiento o retroalimentación al grupo o al maestro, de tal forma que pudiéramos sellar esta aventura poniendo en palabras nuestra experiencia.

Hablar y escuchar a mis compañeros fue una experiencia inigualable, creo que todos hablamos desde el fondo de nuestro corazón y desde lo más íntimo de nuestros pensamientos y sentimientos. Hubo quien compartió hechos de su vida más privada y eso sólo me hizo sentir que de verdad habíamos formado un equipo muy valioso, capaz de confiar a ese nivel en los demás y de apreciar la compañía a lo largo de este viaje que quisiera prolongar pero que inevitablemente ha concluido.

La experiencia fue increíble, profunda, impresionante. Afiancé todas mis reflexiones pasadas y reafirmé mi convicción de buscar ser siempre un agente de cambio, desde donde sea que esté, hallaré la manera de hacer como los sembradores de palmas datileras. “Una palma datilera tarda 80 años en dar su primer fruto. Sembrar una palma es un acto de fe, un signo de esperanza y un símbolo de amoroso compromiso con el futuro”... Un compromiso que, por primera vez, asumo como mío…
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