La sesión #25 que a continuación describo, ha sido, en
lo personal, una de las sesiones más significativas del curso.
Considero que la discusión sobre la importancia y
verdadera trascendencia de las acciones con responsabilidad ciudadana, se torna
cada vez más sincera, más profunda.
A lo largo de esta sesión pude sentir que hemos creado
un verdadero ambiente de trabajo en equipo, de confianza en el otro y en el
valor que tiene la aportación de uno mismo al beneficio colectivo. Pude notar
que las reflexiones que compartimos tienen un valor diferente, más sincero y
más apreciado, sin lugar a dudas todos de alguna manera, hemos cambiado.
En este contexto de hermandad, de equipo y de esfuerzo
y aprendizajes compartidos, la proyección de dos de los videos que preparó el
profesor para la clase, me causaron un impacto muy particular.
El primero de esos videos, describía un camino en
alguna ciudad del mundo donde el gran tronco de un árbol caído obstaculizaba el
paso. Camiones, taxis y autos particulares vieron detenido su camino en medio
de un muy pesado tráfico.
El tronco gigante era un enorme problema para todos,
sin embargo la gente pasaba, se molestaba, se desesperaba, pero el obstáculo
seguía ahí. La lluvia comenzó a caer. Y fue entonces cuando un niño pequeño se
bajó del autobús y en medio de la tormenta observó el daño que estaba
provocando el tronco a mitad del camino, evitaba que todos los ahí presentes
pudieran llegar a su destino. Entonces dejó su mochila en el suelo, se colocó
frente al gigantesco tronco y comenzó a empujarlo con todas sus fuerzas.
El resto de las personas, se quedaron mirando
atentamente al pequeño, asombrados.
Al verlo, un grupo de niños chiquitos corrieron hacia
el tronco y empezaron a empujar entusiastamente. Y fue sólo hasta entonces, después de observar a los niños, que jóvenes, hombres y mujeres adultos, se unieron
al esfuerzo y comenzaron a aportar su fuerza alrededor del gran tronco.
Después de un tiempo de trabajo compartido, el tronco
finalmente comenzó a moverse y poco a poco, entre todos lograron quitarlo del
camino.
La felicidad no se hizo esperar, se pudo sentir en el
ambiente un aire de compañerismo y algo muy parecido a la hermandad. El ánimo
de todos mejoró notablemente y hasta la lluvia cesó, dando lugar a una
reflexión muy profunda en mi mente.
Me pareció muy impactante que el primero en hacer algo
al respecto, en darse cuenta de que era necesario actuar para mejorar la
situación de todos, fuera un niño. Y que los que lo siguieran fueran niños.
Mientras sólo los pequeños empujaban con fuerza, pensé
en la inocencia característica de la infancia, en la fe y esperanza que irradian los niños. Ellos no se
detuvieron a pensar que eran demasiado pequeños, que no tendrían la fuerza
suficiente para mover el tronco. Pienso que verdaderamente creían que podrían, y si es que me equivoco, saber que eran pequeños no los detuvo y fue su acción el detonante de algo más grande que
resultaría en el beneficio de todos.
Antes de llegar a este curso, siempre me detuve a
pensar si lo que hacía serviría de algo, si tendría el impacto suficiente o
necesario, y cada vez que lo evaluaba llegaba a la conclusión de que yo sólo
era una persona, diminuta e insignificante en comparación con los grandes
problemas y obstáculos que como sociedad y humanidad enfrentamos. Y traté de
tomar acciones, pero ahora sé y puedo aceptar con toda honestidad, que
tenían más el objetivo de callar mi consciencia que de ofrecer una pauta hacia
un impacto verdadero y duradero.
El segundo video afianzó mi reflexión anterior y me
motivó a buscar no volver a minimizar mis aportaciones nunca más.
Este video era un relato de la historia de un gran
maestro y escritor que caminando por la playa encontró a un joven a la orilla
del mar aventando estrellas de mar al fondo del océano.
Entonces el escritor le preguntó al joven por qué
lanzaba las estrellas al mar. El joven contestó que había mucho sol y la marea
estaba bajando, si no las regresaba al mar, se secarían y morirían.
El maestro preguntó al joven que si acaso no notaba que había kilómetros de playa y muchísimas estrellas, que su esfuerzo era inútil y no haría la diferencia porque no podría salvarlas a todas. El joven escuchó respetuosamente al escritor, tomó una estrella de mar y la lanzó al fondo del océano, más allá de las olas. Entonces se volvió al maestro y le dijo, “para ésa hizo toda la diferencia”.
El maestro preguntó al joven que si acaso no notaba que había kilómetros de playa y muchísimas estrellas, que su esfuerzo era inútil y no haría la diferencia porque no podría salvarlas a todas. El joven escuchó respetuosamente al escritor, tomó una estrella de mar y la lanzó al fondo del océano, más allá de las olas. Entonces se volvió al maestro y le dijo, “para ésa hizo toda la diferencia”.
Fue en ese momento cuando comprendí que por pequeñas
que parezcan mis acciones, mi esfuerzo y mi contribución a causas justas, de
alguna manera tendrán un eco en alguna persona y tendrán un impacto que hará
toda la diferencia para alguien.
Mi estrella ahora, es el niño con el que trabajo en la
implementación del plan de educación de la Organización TECHO. Ese pequeño
aprende rápido, se esfuerza cada sábado en atender las lecciones y he visto ya algunos cambios en su forma de pensar y de actuar y creo que aunque dentro de
algunos años no recuerde ni mi nombre… mi trabajo con él ahora, podría hacer
alguna diferencia verdadera en su vida. Esto es lo que me alienta y motiva a
seguir adelante y dar todo de mí deseando que de alguna manera, mis acciones de
hoy resuenen en la eternidad…
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