Fragmentos de un diario discontinuo
miércoles, 16 de abril de 2014
miércoles, 8 de mayo de 2013
Reflexión final
Durante este cuarto parcial y a lo largo de todo un semestre de
asistencia al curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía llevé a cabo
diversas entradas en este blog titulado “Fragmentos de un diario discontinuo” que
funge como mi bitácora personal. De todas las entradas aquí disponibles, he elegido las siguientes
dos como las más significativas y merecedoras de aparecer en la reflexión final
- La telaraña y el mundo
- Vale la pena
Elegí
las dos entradas anteriormente expuestas porque creo que representan mi
verdadera evolución a lo largo de este semestre en el curso de Responsabilidad
Social y Ciudadanía.
La
primera entrada corresponde a mis reflexiones y aprendizajes de la primera
sesión del curso y considero que cuando escribí lo que sentí y lo que pensé de
esa actividad, lo hice aún bajo los efectos de la emoción del compañerismo y el
trabajo en equipo que sentí en esa sesión.
Ahora
que miro hacia atrás y recuerdo lo que escribí y lo que dije que sentí con esta
actividad, me doy cuenta de que esta primera impresión que me dejó el curso
creció y se amplió de formas que no creí posibles cuando llevamos a cabo la
actividad de la telaraña. En ese momento de verdad me sentí parte importante de
una red que podía funcionar si y sólo si cada uno de nosotros hacía bien lo que
le tocaba, pero debo admitir que en ese entonces no había entendido qué es lo
que me tocaba hacer.
La dinámica inicial de la telaraña fue un impulso importante en mi introducción al curso y me enseñó mucho del trabajo en equipo y de la relevancia que tiene cada aportación individual. Es una actividad que al día de hoy sigo valorando mucho porque refleja la verdad de nuestro papel en la vida y el mundo.
Hablando
ahora de mí misma, creo que la joven de ese entonces deseaba sentirse bien con
el cumplimiento de la responsabilidad que por primera vez sintió sobre sus
hombros tras la realización de la dinámica de la telaraña. Pero también era una
joven que aún pensaba que aunque tomara acciones que la hicieran sentirse mejor
con su consciencia, no sería posible hallar alguna participación verdaderamente
importante o trascendente en la resolución de problemas sociales o la
sostenibilidad del planeta.
Este
primer momento del semestre me hizo sentir motivada a actuar, pero sin saber
cómo, ni cuándo ni dónde. Sin creer verdaderamente en lo que haría ni en el
equipo que como grupo debíamos conformar.
Fueron
necesarios videos, lecturas, actividades y dinámicas, casos, discusiones,
reflexiones, comentarios y vivencias repartidas en 26 sesiones, para poder
entender mi verdadera misión y el impacto real de lo que hacemos por los demás.
A
lo largo del curso aprendí muchas más cosas que sólo tener ganas de hacer algo.
Entendí que no tengo que esperar a tener mucho tiempo y un gran trabajo que me
permita tener cantidades importantes de dinero, para poder hacer una diferencia
en la vida de alguien. A veces en acciones muy pequeñas se esconden los
detonantes de grandes cambios.
Derribé
mis creencias a cerca de la insignificancia de las acciones individuales o de
las acciones de pequeños grupos. De verdad creía que era imposible ir en contra
de un sistema tan corrupto, tan arraigado a la forma de vida y manera de pensar
de nuestra sociedad. Y esta falsa creencia se derribó por completo con el caso
de Medellín y su ex alcalde Sergio Fajardo.
Y
finalmente, aprendí que es posible crear verdaderos equipos, donde se ponga el
bienestar colectivo o incluso el de otros por encima del propio. Es posible
trabajar pensando en los demás y en hacer una repartición justa y equitativa de
los recursos con los que se cuentan.
Las
tres reflexiones anteriores, sumadas a la experiencia única e infinitamente
valiosa que me ofreció mi trabajo en el servicio social con TECHO, han provocado
cambios importantes en mi persona y muchos de esos cambios los veo reflejados
en la segunda entrada que elegí para este reporte.
La
entrada denominada “Vale la pena”, me hizo llevarme conmigo una serie de
sentimientos de esperanza, fe, motivación y ganas de encontrar mi propia
estrella de mar y hacer, para esa estrella, toda la diferencia.
Los
videos descritos en la segunda entrada que aquí expongo, corresponden a la
penúltima sesión del curso y creo que marcaron mi aprendizaje del curso porque
transformaron lo que pensé y creí en el tiempo de la primera sesión, en una
certeza absoluta e incluso en un estilo de vida y de reflexión.
Creo
que lo más significativo del curso para mí, vendría en la última sesión del
curso con la actividad de los “brotes y raíces”. Pues, como también compartí en este espacio, después de meditarlo, establecí que mi brote
fue hacer tiempo para llevar a cabo actividades para las que creía que no tenía
espacio ni recursos. Buscar ayudar siempre que puedo y evitar pretextar que no
tengo manera de hacerlo a la primera dificultad que se presenta. Esforzarme
siempre por hacer una diferencia por pequeña que ésta sea.
Por
otro lado, mi raíz se encuentra en la reflexión de que todos tenemos
habilidades y talentos especiales y muy valiosos, buscar expresarlos en favor
de un bien mayor y común es uno de los mejores propósitos de nuestro andar por
la vida, uno, que además ofrece satisfacciones únicas e incomparables.
Debo
confesar que quise compartir mis pensamientos anteriormente expuestos sobre los
brotes y raíces con el resto del grupo cuando el profesor nos dio la
oportunidad de dar un agradecimiento o retroalimentación sobre el curso a la
clase, sin embargo, y a pesar de contar con algunos conocimientos sobre la elaboración
del discurso y del arte de la oratoria, una vez estando frente a mis compañeros
de tantas reflexiones, aprendizajes y trabajos en verdadero equipo, sentí una
profunda necesidad de ser sincera y hablar de la verdadera sensación de
agradecimiento que sentía por haber tenido esta oportunidad tan valiosa de
aprender tanto, de ampliar impresionantemente mis horizontes, de romper con
ideas que hasta ahora no me habían permitido hallar una verdadera misión y una
motivación para hacer las cosas por pequeñas que parezcan, porque del tamaño
que sean son muy valiosas.
Todo
lo anterior me ha hecho sentir diferente, renovada, una persona que
definitivamente no es igual a la que presenció el primer día de este curso. He
tomado acciones en mi vida diaria que estoy cierta de que con el tiempo me
darán más y mejores ideas de cómo participar activa y trascendentemente en los
asuntos que aquejan a mi comunidad, mi nación e incluso a la humanidad entera.
Ya no pongo límites a mis sueños, ya no pienso que no vale la pena intentar
hacer la diferencia y sobre todo ya no creo que no sea posible rebelarse con
cada acción generosa, con cada esfuerzo y trabajo diario.
Me
hacen falta palabras para agradecerle al profesor Luis Gerardo la increíble
labor que lleva a cabo con cada grupo de alumnos que tiene la fortuna de llegar
a sus manos. Él ha sabido hacernos ver una realidad diferente, sabe inspirar y
atraer actitudes positivas, ganas de despertar y empezar a hacer algo por el
otro. Como bien expresaba un compañero en la última sesión del curso, llegar a
la clase de Responsabilidad Social y Ciudadanía representaba un proceso de
asombro constante, de sentimientos encontrados, de necesidad de estar a la
expectativa y atentos. Cada sesión provocaba un giro en el rumbo de mi día, una
ventana que me permitía ver más allá de mi propia lucha y recuperar el panorama
completo en el que me es más fácil recordar que hay personas allá afuera que
necesitan de personas que, como yo, hayan aceptado el reto de buscar ser verdaderos
agentes de cambio.
Honestamente
no puedo pensar en alguna oportunidad de mejora para el diseño o implementación
del curso. Cada una de las sesiones fue interesante y me dejó algún valioso
aprendizaje y la forma en que el profesor nos guió a través de las dinámicas y
las reflexiones fue, desde mi punto de vista, sencillamente perfecta.
Para
finalizar esta reflexión final quisiera decir que este curso ha marcado mi
manera de ver la vida y mi misión en este mundo. Creo que tengo mucho que dar y
todo lo que he aprendido en esta materia me obliga a hacer una promesa conmigo
misma, una en la que me comprometo a no olvidarme de esta necesidad que ahora
siento de buscar incansablemente mi manera de generar el mejor impacto positivo
en lo y los que me rodean.
Deseo
ser como los sembradores de palmas datileras o como el joven que en una playa
lanzaba estrellas de mar al fondo del océano… He decidido creer que se puede y
buscar hacer de mi vida una constante búsqueda de oportunidades para unirme a
ese grupo de personas que ahora admiro porque están haciendo algo para marcar
una diferencia… “No me resigno a la idea
de que cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera existido”.
martes, 7 de mayo de 2013
Un acto de fe
La narración que a continuación compartiré trata de la
última sesión del curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía.
En esta última sesión me llevé un aprendizaje muy
valioso sobre el verdadero poder de las intenciones, de las acciones que dan
sin esperar la satisfacción de un interés propio o egoísta.
El profesor nos presentó un último caso; el de Don
Carlos y sus acciones en la comunidad de Tlaxco. Este hombre admirable compró
terrenos erosionados y animó a amigos y conocidos a comprar terrenos en estas
mismas condiciones.
Una vez adquiridos los terrenos, Don Carlos comenzó,
hace 50 años, un proyecto para “devolverle a la tierra lo que es de la tierra”.
A través de la generación de composta, y actividades intensas de reforestación,
hoy, esas tierras son fértiles y hay una gran variedad de árboles y diferentes
tipos de vegetación.
Dentro de la comunidad, se lleva a cabo el proyecto “San Isidro”, que además de preocuparse por la regeneración de la tierra, lleva a cabo un programa de educación y capacitación para niños y adultos a cerca de la importancia del cuidado del medio ambiente y de valorar la riqueza que ofrece la tierra. El proyecto es integral, muy completo y enseña, sobre todo a los niños, a amar a su tierra, a cuidarla y respetarla.
Y entonces entendí la importancia de conocer lo que
queremos proteger porque nadie ama lo que no conoce y no podremos convertirnos en
verdaderos guardianes y defensores de lo que no amamos.
Poco después llevamos a cabo una dinámica denominada “brotes
y raíces” donde el profesor nos pidió escribir como brote aquel cambio de
actitud o acciones que hayan nacido en nosotros como resultado de tomar este
curso y como raíz, algún pensamiento o manera de ver la vida que se haya
afianzado en nosotros.
Ahora quisiera compartir mi brote y mi raíz.
Después de meditarlo, establecí que mi brote fue hacer
tiempo para llevar a cabo actividades para las que creía que no tenía espacio
ni recursos. Buscar ayudar siempre que puedo y no pretextar que no tengo manera
de hacerlo a la primera dificultad que se presenta. Esforzarme siempre por
hacer una diferencia por pequeña que ésta sea.
Por otro lado, mi raíz se encuentra en la reflexión de
que todos tenemos habilidades y talentos especiales y muy valiosos, buscar
expresarlos en favor de un bien mayor y común es uno de los mejores propósitos
de nuestro andar por la vida, uno, que además ofrece satisfacciones únicas e
incomparables.
La última actividad consistió en ofrecer un mensaje de
agradecimiento o retroalimentación al grupo o al maestro, de tal forma que pudiéramos
sellar esta aventura poniendo en palabras nuestra experiencia.
Hablar y escuchar a mis compañeros fue una experiencia
inigualable, creo que todos hablamos desde el fondo de nuestro corazón y desde
lo más íntimo de nuestros pensamientos y sentimientos. Hubo quien compartió
hechos de su vida más privada y eso sólo me hizo sentir que de verdad habíamos
formado un equipo muy valioso, capaz de confiar a ese nivel en los demás y de
apreciar la compañía a lo largo de este viaje que quisiera prolongar pero que
inevitablemente ha concluido.
La experiencia fue increíble, profunda, impresionante.
Afiancé todas mis reflexiones pasadas y reafirmé mi convicción de buscar ser
siempre un agente de cambio, desde donde sea que esté, hallaré la manera de
hacer como los sembradores de palmas datileras. “Una palma datilera tarda 80 años en dar su primer fruto. Sembrar una
palma es un acto de fe, un signo de esperanza y un símbolo de amoroso
compromiso con el futuro”... Un compromiso que, por primera vez, asumo como mío…
.
Vale la pena
La sesión #25 que a continuación describo, ha sido, en
lo personal, una de las sesiones más significativas del curso.
Considero que la discusión sobre la importancia y
verdadera trascendencia de las acciones con responsabilidad ciudadana, se torna
cada vez más sincera, más profunda.
A lo largo de esta sesión pude sentir que hemos creado
un verdadero ambiente de trabajo en equipo, de confianza en el otro y en el
valor que tiene la aportación de uno mismo al beneficio colectivo. Pude notar
que las reflexiones que compartimos tienen un valor diferente, más sincero y
más apreciado, sin lugar a dudas todos de alguna manera, hemos cambiado.
En este contexto de hermandad, de equipo y de esfuerzo
y aprendizajes compartidos, la proyección de dos de los videos que preparó el
profesor para la clase, me causaron un impacto muy particular.
El primero de esos videos, describía un camino en
alguna ciudad del mundo donde el gran tronco de un árbol caído obstaculizaba el
paso. Camiones, taxis y autos particulares vieron detenido su camino en medio
de un muy pesado tráfico.
El tronco gigante era un enorme problema para todos,
sin embargo la gente pasaba, se molestaba, se desesperaba, pero el obstáculo
seguía ahí. La lluvia comenzó a caer. Y fue entonces cuando un niño pequeño se
bajó del autobús y en medio de la tormenta observó el daño que estaba
provocando el tronco a mitad del camino, evitaba que todos los ahí presentes
pudieran llegar a su destino. Entonces dejó su mochila en el suelo, se colocó
frente al gigantesco tronco y comenzó a empujarlo con todas sus fuerzas.
El resto de las personas, se quedaron mirando
atentamente al pequeño, asombrados.
Al verlo, un grupo de niños chiquitos corrieron hacia
el tronco y empezaron a empujar entusiastamente. Y fue sólo hasta entonces, después de observar a los niños, que jóvenes, hombres y mujeres adultos, se unieron
al esfuerzo y comenzaron a aportar su fuerza alrededor del gran tronco.
Después de un tiempo de trabajo compartido, el tronco
finalmente comenzó a moverse y poco a poco, entre todos lograron quitarlo del
camino.
La felicidad no se hizo esperar, se pudo sentir en el
ambiente un aire de compañerismo y algo muy parecido a la hermandad. El ánimo
de todos mejoró notablemente y hasta la lluvia cesó, dando lugar a una
reflexión muy profunda en mi mente.
Me pareció muy impactante que el primero en hacer algo
al respecto, en darse cuenta de que era necesario actuar para mejorar la
situación de todos, fuera un niño. Y que los que lo siguieran fueran niños.
Mientras sólo los pequeños empujaban con fuerza, pensé
en la inocencia característica de la infancia, en la fe y esperanza que irradian los niños. Ellos no se
detuvieron a pensar que eran demasiado pequeños, que no tendrían la fuerza
suficiente para mover el tronco. Pienso que verdaderamente creían que podrían, y si es que me equivoco, saber que eran pequeños no los detuvo y fue su acción el detonante de algo más grande que
resultaría en el beneficio de todos.
Antes de llegar a este curso, siempre me detuve a
pensar si lo que hacía serviría de algo, si tendría el impacto suficiente o
necesario, y cada vez que lo evaluaba llegaba a la conclusión de que yo sólo
era una persona, diminuta e insignificante en comparación con los grandes
problemas y obstáculos que como sociedad y humanidad enfrentamos. Y traté de
tomar acciones, pero ahora sé y puedo aceptar con toda honestidad, que
tenían más el objetivo de callar mi consciencia que de ofrecer una pauta hacia
un impacto verdadero y duradero.
El segundo video afianzó mi reflexión anterior y me
motivó a buscar no volver a minimizar mis aportaciones nunca más.
Este video era un relato de la historia de un gran
maestro y escritor que caminando por la playa encontró a un joven a la orilla
del mar aventando estrellas de mar al fondo del océano.
Entonces el escritor le preguntó al joven por qué
lanzaba las estrellas al mar. El joven contestó que había mucho sol y la marea
estaba bajando, si no las regresaba al mar, se secarían y morirían.
El maestro preguntó al joven que si acaso no notaba que había kilómetros de playa y muchísimas estrellas, que su esfuerzo era inútil y no haría la diferencia porque no podría salvarlas a todas. El joven escuchó respetuosamente al escritor, tomó una estrella de mar y la lanzó al fondo del océano, más allá de las olas. Entonces se volvió al maestro y le dijo, “para ésa hizo toda la diferencia”.
El maestro preguntó al joven que si acaso no notaba que había kilómetros de playa y muchísimas estrellas, que su esfuerzo era inútil y no haría la diferencia porque no podría salvarlas a todas. El joven escuchó respetuosamente al escritor, tomó una estrella de mar y la lanzó al fondo del océano, más allá de las olas. Entonces se volvió al maestro y le dijo, “para ésa hizo toda la diferencia”.
Fue en ese momento cuando comprendí que por pequeñas
que parezcan mis acciones, mi esfuerzo y mi contribución a causas justas, de
alguna manera tendrán un eco en alguna persona y tendrán un impacto que hará
toda la diferencia para alguien.
Mi estrella ahora, es el niño con el que trabajo en la
implementación del plan de educación de la Organización TECHO. Ese pequeño
aprende rápido, se esfuerza cada sábado en atender las lecciones y he visto ya algunos cambios en su forma de pensar y de actuar y creo que aunque dentro de
algunos años no recuerde ni mi nombre… mi trabajo con él ahora, podría hacer
alguna diferencia verdadera en su vida. Esto es lo que me alienta y motiva a
seguir adelante y dar todo de mí deseando que de alguna manera, mis acciones de
hoy resuenen en la eternidad…
domingo, 5 de mayo de 2013
Percepciones
Nunca pensé que la forma en que uno se ve y piensa de
sí mismo, influyera de manera tan poderosa e importante en la realidad que lo
rodea.
La actividad de esta vigésimo cuarta sesión de la
materia de Responsabilidad Social y Ciudadanía me dejó perpleja.
Al llegar al salón se nos dividió en siete equipos de
cuatro personas. A cada equipo se le ofreció un pliego de papel bond de
cuadrícula, plumones y crayolas.
Posteriormente se nos dio una sencilla indicación:
Haciendo uso del material recién entregado, cada equipo debía elaborar una
réplica del planisferio de la Tierra.
La tarea no fue nada fácil, pues además de que en el
equipo parecía no haber mucho talento para el dibujo, de repente caímos en
cuenta de que no podíamos recordar a detalle las formas de los bordes y
fronteras de algunos países y continentes.
Cabe mencionar que teníamos prohibido consultar libros o fuentes electrónicas. El dibujo debía hacerse únicamente con lo que pudiéramos reconstruir.
Después de un rato, llevamos a cabo la mejor reproducción
que pudimos del planisferio de la Tierra y colocamos nuestro distorsionado
dibujo junto con las representaciones de los otros equipos.
Entonces observamos todos los dibujos y nos dimos
cuenta de patrones y características en común. En la mayoría de las
representaciones, México estaba bien definido, pero teníamos problemas para
detallar las formas de lugares más lejanos como Asia.
Además, curiosamente, todos colocamos a Europa
aproximadamente en el centro del planeta.
Luego de la sorpresa, confusión y contrariedad que
experimentamos al ver nuestros dibujos juntos, se nos permitió ver un
planisferio “real” y darnos cuenta del gran número de errores que tenían
nuestros dibujos. Olvidamos penínsulas, ubicamos erróneamente algunos países e
incluso omitimos algunos.
Posteriormente el profesor nos mostró dibujos hechos
por niños originarios de distintos países a los que se les pidió llevar a cabo
la actividad de la misma manera en que se nos indicó a nosotros. Los resultados
fueron muy similares.
Pequeños provenientes de Asia dibujaron a detalle sus
países e incluso islas, pero perdieron características importantes del Continente
Americano e incluso hubo quien suprimió a México de su mapa.
Pudimos concluir entonces que para todos era más fácil
representar a su nación y a lo que hubiera cerca de ella, pero tuvimos serios
problemas para reconstruir lugares lejos de casa. Además de este dato en común,
notamos que en los dibujos creados por los niños, Europa también parecía estar
al centro del mapa.
Al parecer esta visión eurocéntrica del mundo ha
dominado las representaciones cartográficas conocidas en todo el mundo y además
tenemos una clara percepción de que el hemisferio norte es mayor en extensión
territorial que el hemisferio sur.
Después vendría lo inesperado, el profesor nos dio
datos impactantes a cerca del verdadero lugar que ocupan los países y
continentes en el mundo:
-
Europa ocupa 9.7 millones de km2 mientras
que Sudamérica ocupa 17.8 millones de km2. Sin embargo, en nuestros
mapas siempre percibimos al continente europeo más grande que a Sudamérica.
-
La llamada URSS ocupa 22 millones de km2
mientras que el continente africano ocupa 30 millones de km2 y lo
cierto es que la mayoría diríamos que la URSS parece mucho más grande que
África.
-
Siendo observadores, es posible notar que Europa no es
el centro del mundo pues al localizar el Ecuador podemos constatar que el mapa
no está dividido en partes iguales.
-
En nuestros mapas el norte luce mucho más grande que
el sur, sin embargo en términos numéricos, el hemisferio norte ocupa 52
millones de km2 mientras que el sur tiene 100 millones de km2
de extensión territorial.
¿Cómo es posible entonces que todos tengamos esta
percepción tan equivocada de la realidad? La respuesta tiene que ver con el
poder y riqueza de los países europeos que tuvieron los medios para pagar la
elaboración de un mapa que se ajustara a sus intereses. Así pues, la proyección de Mercator, que es la
mundialmente mejor conocida, muestra a los países del norte mucho más grandes
de lo que en realidad son, y a Europa se le encuentra exagerado en tamaño y en
el centro del mundo.
Lo anterior tiene sentido si pensamos que los mapas plasman
nuestra manera de ver el mundo, y una imagen puede ser muy poderosa.
La representación de Mercator nos hace darles aún más
importancia a los países poderosos y colonizadores. Nos hace sentirnos
inferiores a ellos, pequeños e insignificantes.
Después de llegar a esta sorprendente reflexión y de
ser consciente de hechos que verdaderamente ignoraba, pude atender con
verdadero interés el video de una conferencia que nos fue proyectado y que
versaba principalmente sobre el verdadero lugar de América Latina en el mundo.
El conferencista supo atraer la atención de su
público, pero sobre todo, ofreció argumentos sólidos sobre la verdadera
importancia de la llamada “Latinoamérica”. Me permitió tener una visión mucho
más clara y objetiva de lo que realmente somos y significamos en el mundo.
La mayoría de nosotros pensamos que nuestras
capacidades son inferiores a las de un norteamericano o europeo, creemos que
las economías de nuestros países son pequeñas si se comparan con otros países y
hasta hemos llegado a sentir que es casi imposible lograr niveles de bienestar
y calidad de vida semejantes a los de naciones primermundistas.
Sin embargo, el conferencista se encargó de derribar
cada uno de los mitos que giran alrededor de nuestra realidad y de la forma en
que nos percibimos, o más bien, la forma en que nos han hecho vernos a nosotros
mismos.
Hemos permitido que se nos oculten las maravillas de
las que somos beneficiarios en esta tierra que ofrece riquezas invaluables.
Olvidamos los paisajes, la comida, las tradiciones, la cultura, la fuerza de
nuestra gente y el poder de nuestro trabajo… Somos verdaderas economías
emergentes, países en desarrollo, en constante evolución y progreso.
Somos más de lo que imaginamos, pero nos hace falta
saberlo y creerlo.
Hacia el final de la sesión pude observar a detalle una
representación alternativa del planeta Tierra. La versión del mundo de Peters
es diferente a la de Mercator porque trata de conservar las dimensiones
territoriales verdaderas de los continentes.
Ver la imagen del mapa de Peters, me conmocionó. Lugares
considerados tan poco importantes como África y América del Sur, se ven enormes
y parecen más importantes. ¡Qué diferente se siente saberse de un lugar cuyas
dimensiones son tan superiores a las de otros en el mundo!
Como dije al inicio, nunca me imaginé que las
percepciones de uno mismo fueran tan poderosas, una imagen puede cambiar
poderosamente el ánimo de quien se mira en ella, puede elevar o hundir la
autoestima y de acuerdo a eso motivar o no a la acción que es el motor de todo cambio
y mejora.
Esta sesión me hizo sentir simplemente anonadada,
confundida, pues nunca me imaginé que mi percepción del mundo no fuera la
correcta y cambió verdaderamente mi manera de ver el papel de México y
Latinoamérica en el mundo.
Ahora más que nunca siento y sé que el primer paso
hacia la conquista de cualquier meta es creer verdaderamente que es posible
alcanzarla y es algo que en lo individual y como sociedad latinoamericana, nos
hace mucha falta… Debemos confiar en nuestras habilidades en nuestro potencial,
creer que podemos porque de verdad podemos y fijarnos objetivos ambiciosos sin
temor a no estar a la altura.
Esta es una reflexión que desde esta sesión y hacia
adelante he tratado de aplicar en mi vida personal, pues creo que si también en
lo individual pensamos a gran escala, poco a poco entre todos iremos alcanzando
metas cada vez más importantes que nos convenzan y reafirmen la verdadera
importancia de nuestro papel en la vida y el mundo.
domingo, 21 de abril de 2013
TOKS: Proyectos con responsabilidad social
La humanidad enfrenta una cantidad apremiante de retos
y problemas. La pobreza, la contaminación, el hambre, la falta de
abastecimiento de agua potable, la sobrepoblación, el cambio climático, la
corrupción, la violencia, nuevas enfermedades, la falta de oportunidades, el
inminente agotamiento de los recursos naturales, entre otros muchos más.
Nuestra única oportunidad de revertir el impacto tan negativo que le hemos
causado a nuestro planeta radica en crear verdadera conciencia entre todos los
seres humanos que habitan la Tierra y que por consecuencia se verán afectados
tarde o temprano por estos problemas.
Todos estamos conectados, es por eso que debe
importarnos lo que sufren y enfrentan los demás. Y una manera de adoptar una
buena actitud de responsabilidad social, radica en el ejercicio de la
participación ciudadana.
Hoy, entre otras cosas, conocí el caso de Toks. Una cadena de restaurantes con responsabilidad social.
Resulta que esta empresa se preocupa por planear,
desarrollar e implementar programas integrales que benefician a todos los
sectores involucrados con su actividad: a sus colaboradores y trabajadores, a
sus clientes, a sus proveedores y a la sociedad en general.
Toks ha adoptado proyectos de pequeños empresarios y
los ha impulsado para que se conviertan en negocios redituables y generen un
impacto en sus comunidades y en los colaboradores de los mismos. Ha buscado a
lo largo de toda la República Mexicana, productos de calidad que puedan ser
empleados en la elaboración de platillos del restaurante.
Una vez localizado el producto, se dedica a averiguar
el proceso de producción y contactar a los productores para plantear la posibilidad
de un trabajo conjunto. Si se concreta la intención, Toks se vuelve cliente y
colaborador de sus proveedores que además son personas que forman parte de
comunidades indígenas, marginadas, de escasos recursos o con algún tipo de
discapacidad.
Un caso particular de lo anterior es el de las
“Mermeladas Santa Rosa” que ya forman parte del menú y oferta en los
restaurantes Toks.
Este proyecto surgió cuando Toks descubre la calidad
de las mermeladas artesanales que producían 13 mujeres en un pequeño taller de
reducidas dimensiones. Estas mujeres ofrecían sus mermeladas en un local
igualmente pequeño y en una comunidad del Estado de Guanajuato que contaba con
muy poco atractivo turístico.
Muchos menospreciaron el trabajo y esfuerzo de estas
mujeres emprendedoras, hasta que Toks hizo una diferencia. Impulsó este
proyecto de tal forma que este negocio creció y logró hacerse de mejores
instalaciones y maquinaria pues la demanda del producto es mucho mayor ahora.
Actualmente no sólo es Toks el cliente más importante.
Además, la comunidad en donde residen estas mujeres
también se vio beneficiada con su crecimiento, pues otra de las acciones
sociales que toma Toks, consiste en hacer del conocimiento de sus clientes y
consumidores, las historias que hay detrás de los productos que se ofrecen en
sus restaurantes. La historia de estas 13 mujeres atrajo turismo a su comunidad
y benefició a la sociedad en general.
Ahora bien, hablando en particular del beneficio que
obtuvieron estas mujeres emprendedoras, no sólo debe considerarse el aspecto
económico que evidentemente mejoró muchísimo, también debe pensarse en el
paradigma que se rompió en su comunidad al ver que 13 mujeres lograron una meta
importante, con una buena idea y su esfuerzo. Pensemos en esas 13 familias que
se vieron beneficiadas directamente; actualmente todos los hijos de estas
mujeres han terminado una carrera universitaria o la están cursando. Esto sin
duda alguna amplía enormemente las expectativas de vida para estas familias y
para nuestra sociedad en general, pues son jóvenes como los hijos de estas mujeres
trabajadoras los que permitirán construir un México mejor para todos.
Imaginar el impacto tan importante que tienen los
proyectos como el de la “Mermelada Santa Rosa” me restaura la fe en que es
posible generar impactos positivos, incluso a través de las empresas, que
parecen buscar más el mejor posicionamiento y la máxima generación de
utilidades que retribuir a la sociedad lo que obtienen de ella.
Toks es un ejemplo increíble de generación de acciones
de una manera completamente integral, no se olvidan de nadie y donde colocan su
apoyo desencadenan una serie de consecuencias positivas que impactan a muchos
más de los que se involucran directamente.
Generar procesos ganar-ganar es muy importante: la
empresa Toks evidentemente se ve beneficiada al adquirir productos calidad y a
buenos precios, los productores crecen, se dan a conocer y mejoran sus
utilidades y los clientes de Toks adquieren productos únicos, así como la
posibilidad de conocer las historias, trabajo y esfuerzo detrás de lo que
consumen, lo que les permitirá ejercer una participación ciudadana consciente y
elegir aportar su compra a causas que benefician a su país. Todos ganan. Y se
genera un ciclo positivo que impulsa la mejora de sectores clave de la
sociedad.
El caso de Toks, demuestra que es posible satisfacer
las necesidades e intereses propios mientras se fomenta el desarrollo de la
comunidad que es también la fuente de satisfacción de esos intereses. Es
posible ganar sin basar esa victoria en la derrota del otro, todo es cuestión
de generar los mecanismos adecuados y creer que es posible lograrlo.
El vuelo del oso
Posteriormente el profesor nos proporcionó un pequeño
oso de peluche y nos pidió que nos lo fuéramos pasando de tal manera que al
final todos hubieran tenido en sus manos el oso. La única condición era que
quién tuviera en su poder al oso, debía enviarlo a algún compañero del otro
lado del círculo, de tal manera que el oso “volara” de un lado a otro.
Todos debíamos recordar a la persona que nos envió el
oso y a la que se lo enviamos, de tal forma que entre todos fuéramos capaces
de reproducir la misma secuencia una y otra vez.
Comenzamos practicando el vuelo del oso una vez más.
Después se nos pidió que intentáramos hacer el menor tiempo posible.
En nuestro primer intento logramos un tiempo de 32
segundos. Y a partir de ahí intentamos distintos métodos para mejorar.
Tras un par de intentos buscamos hacer el círculo más
pequeño y compacto para que al estar más cerca pudiéramos ahorrarnos
valiosísimos segundos. Y funcionó. Nuestro tiempo comenzó a oscilar entre los
20 y 25 segundos.
Al ver la mejora lograda, pensamos en que las personas
que recibían el pase del oso en los primeros lugares estuvieran en un círculo
muy pequeño y compacto dentro del círculo original y una vez recibido y hecho
el pase, debían salir del círculo central para permitir que los que tenían los
turnos consecutivos pudieran hacer sus pases en el centro y aminorar aún más
las distancias. Y funcionó. Nuestros tiempos bajaron a alrededor de los 10
segundos.
Posteriormente el profesor nos permitió romper el
círculo para organizar una estructura que nos permitiera mejorar todavía más
nuestro tiempo. Y fue así como probamos colocar al oso en una superficie a poco
más de un metro de distancia del suelo y crear filas para tocarlo en la
secuencia correcta. Después de un par de intentos con esta idea, nuestro tiempo
bajó a 8 segundos.
Poco después de este último intento deseamos mejorar
aún más, pero ya no teníamos ideas. Preguntamos cuál era el mejor tiempo en que
se ha hecho este ejercicio, históricamente hablando, y cuando el profesor nos
dijo que hubo un grupo similar al nuestro que lo logró en 2 segundos, nos
bloqueamos aún más.
Comenzamos a pensar seriamente que la manera en que
estábamos pensando el ejercicio estaba mal y todo lo divertido que habían sido
los intentos previos y el trabajo en equipo, dejó de serlo. Pasamos cerca de 7 minutos
sin hacer un solo intento, sólo hablamos, discutimos, propusimos y desechamos
ideas.
Finalmente se nos dieron unos últimos 4 minutos para
intentar algo más pues la actividad debía concluirse ya. Presionados por el
tiempo intentamos una última idea que consistía en colocar ambos brazos
extendid
os al frente, muy juntos unos con otros en la secuencia correcta y en forma
descendente, creando una “rampa” con la unión de los brazos de todos los participantes.
De esta manera el oso sería arrojado cuesta abajo y pasaría tocando a cada uno
en la secuencia requerida.
El último intento logró un tiempo de cerca de 3
segundos. Sin embargo haciendo una reflexión sincera, hubo participantes que
aceptaron no haber tocado al oso, lo que iba en contra de las reglas del juego
e invalidaba este último intento.
Luego de pensar en lo que este ejercicio significó,
pude percatarme de la importancia que tiene escuchar, considerar todas las
ideas y hacer incluyente el proceso de toma de decisión.
A lo largo del juego
hubo propuestas que no fueron escuchadas, o fueron desechadas de manera
arbitraria. De la misma manera, hubo muchos comentarios pesimistas acerca de cada nueva idea que
contagiaba la negatividad al resto del grupo y evitaba que se creyera en la
posibilidad de mejorar. Y esto pasa constantemente en todos los sistemas a
diferentes niveles en la vida real. ¿Cuánto talento, ideas y proyectos son
mantenidos a la orilla, en el silencio, por falta de oportunidades y de
inclusión? ¿Cuántas buenas ideas son difícilmente
implementadas debido a la falta de fe por parte de la comunidad que se resiste
a implementar cambios y antes de intentarlo ya está prediciendo el fracaso?
A partir de esta actividad entendí mejor la importancia
de crear VERDADERO trabajo en equipo, de escuchar a todos, de buscar hacer
sentir a todos parte de algo importante y una pieza clave para el éxito de lo
que se hace. Nunca conformarse, siempre ir por más, pero honestamente y no
perdiendo de vista jamás los intereses y necesidades de los demás.
martes, 16 de abril de 2013
El juego de las aldeas
Aprender jugando es una de las tácticas pedagógicas
más exitosamente empleadas durante la formación de los estudiantes. Con la
actividad de la vigésima sesión del curso, llegué más que a un aprendizaje, a
una reflexión muy interesante.
Todo el grupo se dividió en siete equipos de cuatro
integrantes cada uno. Cada equipo formaría una aldea que tendría un nombre y
una cantidad específica de habitantes que cuidar. Se jugarían 6 o 7 rondas que
para nuestros aldeanos representarían 6 o 7 años.
Al inicio de cada ronda el equipo debería decidir qué
tipos de cultivos sembrarían y en qué cantidades para abastecer las necesidades
de sus habitantes. Las opciones de semillas a plantar comprendían el betabel,
papa, amaranto, frijol, maíz y trigo.
Cada cultivo ofrecía una cantidad determinada de
unidades dependiendo del clima que se fuera a dar en el año; por ejemplo, el
betabel ofrecía 70 unidades en clima húmedo, pero sólo 20 unidades en clima
seco. La papa ofrecía 60 unidades en clima seco y sólo 30 en clima húmedo. Y de
la misma manera el resto de los cultivos.
Las condiciones principales para sembrar eran tener en
mente que son necesarias 450 unidades para poder mantener saludable a la
población, sembrar al menos dos cultivos de proteínas (frijol o amaranto) y
sembrar al menos tres tipos de cultivo diferentes.
Una vez hecha la decisión sobre la siembra de ese año,
se tiraba un dado. Si el dado caía en 1,2 ó 3 el clima de ese año sería seco,
si caía 4 ó 5 sería húmedo y si caía 6 se volvía a tirar el dado.
Ya establecido el tipo de clima para el año, se tiraba
una vez más el dado y el número que caía indicaba el número de eventualidades
que se darían en ese año. Si por ejemplo, la segunda tirada del dado diera como
resultado 4, se escogerían al azar cuatro cartas de un mazo de posibilidades.
Entre las eventualidades se podrían encontrar desastres o actos del crimen
organizado que arrasaran con una cantidad considerable de las unidades de
cultivo ya plantadas para el año. O bien podría encontrarse alguna carta que
ofreciera apoyo de la comunidad internacional o el ofrecimiento de un pozo para
alguna aldea que obtendría cuatro periodos de clima húmedo seguro.
Y así fue como una vez instauradas las reglas,
comenzamos a jugar.
Como era de esperarse y siguiendo los principios de la
probabilidad, el clima predominante en cada jornada fue el seco y hubo aldeas
mejor preparadas que otras para este hecho. Sin embargo, para lo que ninguno de
nosotros estuvo preparado, fue para la mala suerte de que desde la primera
ronda nos aquejaran un número importante de eventualidades y que además éstas
no fueran noticias buenas. Nos vimos inmersos en desastres y ataques del crimen
organizado de tal manera que para la tercera ronda había ya tres aldeas en
serios problemas.
Si no hacíamos algo pronto, estas aldeas
desaparecerían.
Y entonces ocurrió algo increíble, entre todos nos
dimos cuenta de que existían aldeas que contaban con más unidades de las necesarias
para sobrevivir y poco a poco llegamos a tomar la decisión consensuada de que
las comunidades mejor posicionadas enviaran unidades de cultivo de rescate a
las aldeas en peligro de desaparición.
Después de discutir por algunos minutos la repartición
final de las unidades de cultivo, logramos hacer que todas las aldeas creadas
sobrevivieran y eso nos dio mucho ánimo.
Conforme las rondas fueron pasando, seguimos
enfrentando desastres y ataques a nuestros sembradíos. Sin embargo, hallamos
siempre la forma de evitar perder aldeas a pesar de las eventualidades y del
clima resultante para cada año. Y así logramos completar con éxito la
actividad.
La alegría no se hizo esperar, lo habíamos logrado.
Al júbilo le siguieron una lluvia de reflexiones y
aprendizajes que quisiera compartir.
A pesar de que nos tomó un poco de tiempo ponernos de
acuerdo, en comparación con las actividades anteriores, fue mucho más eficiente
y rápida la toma de decisión. Esto me hizo pensar con alegría que hemos logrado
un avance importante como grupo, hemos evolucionado nuestra forma de pensar que
ha mudado de la competencia al trabajo en equipo y la colaboración para lograr
el beneficio de todos los involucrados.
Quiero quedarme con esta sensación y aprendizaje de
que sí es posible crear dinámicas donde todos cuidemos de los demás y como
resultado de este esfuerzo nos estemos cuidando a nosotros mismos. Es por esto
que he decido intentar encontrar la manera de compartir esta reflexión con más
y más personas para que poco a poco todos dejemos de pensar desde la
perspectiva competitiva, de tener, ser y poder más que los demás, para
convertirnos en verdaderos agentes de cambio, plenamente conscientes de que
todos estamos conectados y si vemos por el bien de los demás finalmente esa
acción nos devolverá el bien a nosotros.
domingo, 14 de abril de 2013
Conciencia crítica
Existen conceptos muy interesantes en materia de
participación ciudadana, los tipos de conciencia por ejemplo, son unos que me
llamaron particularmente la atención.
En estricta teoría existen tres tipos de conciencia
entre los ciudadanos: la ingenua, la pre-crítica y la crítica.
La conciencia ingenua es aquélla que considera que
todo problema social es permanente e inamovible, que no vale la pena pensar o
buscar soluciones porque siempre será imposible cambiar el sistema y la forma
actual de llevar los problemas.
La conciencia pre-crítica va un poco más allá, piensa
que es posible tomar acciones, participar en algunas iniciativas y hace sentir
que se trata de hacer lo que está dentro de las propias posibilidades. En este
tipo de conciencia se puede mover a la acción con el único objetivo de evadir
el sentimiento de culpa o remordimiento por la falta de actividad ante
problemas que se saben importantes.
Finalmente la conciencia crítica puede ser vista como
una evolución de la pre-crítica, en este nivel es posible moverse a la acción
con el pleno conocimiento de que debe buscarse actuar con causa y objetivo, de
tal forma de que lo que se haga tenga un impacto importante y trascendente en
las personas y lugares que se vean implicados en la toma de responsabilidad
social y ciudadana.
Para ejemplificar el último tipo de conciencia se
puede retomar la intención y desarrollo del proyecto “Agua para siempre”
ganador del concurso nacional mexicano titulado “Iniciativa México”.
Considero realmente rescatable como ejemplo, el trabajo
que llevó a cabo Raúl Hernández Garcíadiego en la región mixteca de Puebla
porque no pretendió llegar con ideas e insertarlas en este lugar, sino que
trabajó para poder ser parte de la comunidad y para que los habitantes lo hicieran
parte de sus vidas pues de esta manera entendió mejor los problemas de la
región y pudo buscar apoyar de tal forma que sus esfuerzos rindieran buenos
frutos.
El Doctor Hernández Garcíadiego ha impulsado desde 1980,
un proceso de desarrollo sostenible que puede beneficiar a las familias más
pobres de la semiárida región Mixteca. Después de establecerse en este lugar y
hablar con hombres y mujeres habitantes de la región, se detectaron tres
problemas principales en la zona: la escasez de agua derivada de las
condiciones climáticas, la ausencia de sistemas de abastecimiento y la falta de
cultura ambiental que favorecía la contaminación de la poca agua existente.
Así pues, una vez detectado el problema, Raúl buscó
conformar un equipo interdisciplinario que incluyó universitarios, técnicos y
la muy importante participación de los miembros de la comunidad para crear y
ejecutar soluciones que permitieran conservar el agua, mejorar la alimentación
de los pobladores así como su ingreso productivo.
El caso de Santa María la Alta, donde el equipo de
Raúl contribuyó para construir una presa muy necesaria para poder recolectar el
agua de lluvia y abastecer a la comunidad del vital líquido, es un ejemplo
específico muy claro del poder de acción de una conciencia crítica.
Al observar el interés de los habitantes por hacer
realidad la presa, Raúl contribuyó con ellos pero siempre dejando en claro que
sólo con la colaboración de todos los habitantes podría lograrse el objetivo. Y
así se hizo, hombres, mujeres y niños hicieron su parte, pusieron su trabajo y
esfuerzo; cargando piedras, barriendo, limpiando, acarreando materiales, etc.
Tras un año de duro trabajo y sin más apoyo que las
manos y el esfuerzo de todos los habitantes y pequeño equipo de Raúl, la presa
logró terminarse. A pesar del júbilo por ver la obra terminada, tuvieron que
pasar varios meses hasta ver la obra funcionando, cuando cayeron las primeras
lluvias. Y luego vino la tragedia.
La presa no resistió la presión y nivel del agua, se
fracturó y creó un gran hueco por donde el líquido escapó. El desanimó no se
hizo esperar. El trabajo tan pesado y duro de todo un año se había perdido.
Raúl volvió al día siguiente para hablar con los
habitantes y contrario a lo que se pudiera pensar, los pobladores decidieron no
darse por vencidos. Habían trabajado demasiado, habían puesto y sacrificado
mucho en la esperanza de esa presa. No estaban dispuestos a darse por vencidos.
Este comportamiento es interesante, porque es fruto
del trabajo previo de Raúl con los habitantes. No se buscaron culpables, se
asumió nuevamente el reto y se decidió trabajar una vez más mano con mano hasta
ver el sueño de todos materializado.
Tuvo que transcurrir un año más y algunos meses antes
de que la presa estuviese terminada y funcionara como debía.
Este proyecto, el trabajo y la reacción de la
comunidad son una muestra importante y muy interesante de lo que se puede hacer
sabiendo orientar las acciones.
Entendí la importancia que tiene saberse ganar la
confianza y el aprecio de las personas a las que queremos ayudar, insertarse en
su ambiente, tratar de entender desde raíz las causas y efectos de sus
problemas y después buscar a toda costa que los beneficiados de nuestros
esfuerzos se involucren con el trabajo que estamos haciendo pues sólo de esta
manera se podrá lograr un cambio de mentalidad, de sueños, de objetivos
individuales a colectivos y se alcanzará el verdadero trabajo en equipo.
Finalmente debo admitir que sentí que mi conciencia está
en el nivel pre-crítico, y no es que sea malo intentar participar o llevar a
cabo cierto tipo de activismo o asistencialismo, pero depende mucho de la situación.
Es imperante entender la necesidad de dar el salto de la conciencia pre-crítica
a la crítica, es de vital importancia hacerlo porque únicamente llegando a este
nivel de conciencia podremos comenzar a lograr verdaderos cambios en las formas
de pensar y actuar de otras personas, hasta que poco a poco y entre todos demos
solución a los problemas más urgentes que nos aquejan como sociedad.
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