sábado, 30 de marzo de 2013

Jugando con piedras



En la sesión número 16 del curso de Responsabilidad social y ciudadanía, nos dividimos en cuatro grandes equipos, creamos un círculo y en el centro colocamos una mesa pequeña con 10 piedras de colores.


La dinámica del juego consistía en enviar a un representante por equipo a la mesa a jugar hasta un máximo de 7 rondas seguidas.

En cada ronda cada uno de los 4 representantes tendría la oportunidad de tomar el número de piedritas que quisiera o pudiera. Al final de cada ronda el profesor colocaría en la mesa un número igual de piedritas al que hubieran dejado los jugadores en la mesa, pero sin que la suma rebasara la cantidad de 10 piedritas. Por ejemplo, si quedaran en la mesa 4 piedritas el profesor colocaría 4 más, si hubiera 5 colocaría 5 más, pero si hubiera 6 el profesor sólo colocaría 4 más para no rebasar el límite de 10 piedritas permitidas sobre la mesa.
Una vez colocadas las piedritas por parte del profesor, comenzaba una nueva ronda donde los jugadores volvían a tomar una determinada cantidad de piedritas.
Cuando no quedaran más piedritas sobre la mesa o se llegara a las 7 rondas seguidas el juego se detenía.
El equipo que tuviera más piedritas en su poder ganaría el juego.

Empleamos toda la sesión jugando sets de 7 rondas y enviando diferentes representantes de cada equipo en cada ocasión. Los resultados fueron sencillamente sorprendentes.

Las primeras veces, los jugadores temían lo que pudiese ser dicho de ellos y tomaban pocas piedritas, sin estrategia alguna y cada equipo obtenía muy pocas piedritas en total.

Al poco rato hubo jugadores que tomaban 4 ó 5 piedritas en las primeras rondas creyendo que así obtendrían más para su equipo, sin embargo lo que pasó es que el maestro dejó de poner piedritas en la mesa muy pronto porque unos pocos se quedaban con todas las piedritas de la mesa y se acaba el juego a la segunda o tercera ronda.

Después de hacer una pausa para recapacitar la estrategia, nos dimos cuenta de que ser egoístas, sólo hacía que todos perdiéramos porque no obteníamos más piedritas en la mesa. Así que decidimos hacer un pacto entre jugadores para evitar que unos cuantos se aprovecharan de los demás y tomar ordenadamente una o dos piedritas, de esta forma prolongábamos el abastecimiento de piedritas por parte del profesor.

El marcador mejoró, sin embargo nuevamente se presentó un extraño fenómeno, entre la sexta y la séptima ronda, uno de los jugadores traicionó a los demás y en un descuido tomó la mayor cantidad de piedritas posible. Todos protestaron. La ambición de ese jugador hizo que la desconfianza y la frustración se propagaran entre los demás representantes. 
Empezamos a pensar que tal vez lo mejor sería ver por nuestro propio interés como en toda competencia y se dieron muchas acciones de aprovechamiento y “traición”. Hasta que nuevamente nos dimos cuenta de que no obteníamos un buen número de piedritas.

Un compañero notó que lo máximo que un equipo podría ganar en 7 rondas eran 10 piedritas y ni con los abusos se estaba logrando esa cantidad. Finalmente el profesor nos cuestionó si eso era lo mejor que podíamos hacer. Nos dijimos que no.

Como último intento, decidimos que en la primera ronda un jugador tomaría 5 piedritas, el profesor colocaría otras 5. En la segunda ronda el mismo jugador tomaría otras 5 piedritas y el profesor volvería a colocar 5 más. En la tercera ronda el siguiente jugador tomaría 5 piedritas, se colocarían 5 más y en la cuarta ronda este mismo jugador tomaría otras 5 piedritas. En la quinta y sexta ronda sería el turno del tercer jugador y en la séptima ronda el cuarto jugador tomaría la totalidad de las 10 piedritas disponibles en la mesa. De esta manera todos habrían ganado 10 piedritas al final del juego. El máximo posible.

Sabíamos que este plan requeriría de confiar los unos en los otros y esperar que no nos traicionáramos. Sin embargo, al entender que trabajar unidos para distribuir equitativamente los recursos era el único camino para obtener el mejor resultado en lo individual, se llevó a cabo lo dicho y el plan tuvo éxito.

Muchas reflexiones pueden ser tomadas de este juego y todas con aplicación a la vida real y situaciones cotidianas.
En lo personal pensaba en las piedritas como recursos, naturales, materiales o dinero. Todos buscan beneficiarse de ellos, acumularlos y poseer la mayor cantidad, sin embargo mientras unos cuántos los acaparan, todos salimos perdiendo.
Pensaba también en la ambición que genera estar en esa mesa, ver crecer los recursos con el trabajo y esfuerzo de todos y la tentación que nace de estar tan cerca y poder fácilmente acaparar lo construido para el beneficio propio. Pensé en la importancia de la confianza, la honestidad y el trabajo en equipo para poder alcanzar verdaderos y buenos resultados.


Creo que esta actividad fue muy importante y marcó una diferencia importante en mi manera de ver los sistemas económicos, políticos, sociales, ambientales. Y es que sólo si trabajamos juntos en una misma dirección con una sola meta, podremos darnos cuenta de que todos salimos beneficiados y de que ésta es la única forma de alcanzar el bien máximo. Si lo hacemos solos, egoístamente, abusivamente, inevitablemente agotaremos prontamente nuestros recursos y será hasta entonces cuando se hará evidente que se nos habrá agotado el tiempo y no habremos obtenido el mejor resultado posible…

sábado, 23 de marzo de 2013

Del miedo a la esperanza


En esta sesión conocí el extraordinario caso de Medellín, la capital del departamento de Antioquía en Colombia y la segunda ciudad colombiana más poblada después de Bogotá.

Ésta es la historia del alcalde Sergio Fajardo quien, sin ninguna experiencia en el ámbito político, fue un dirigente excepcional de la ciudad de Medellín. Éste ciudadano en toda la extensión de la palabra, es matemático de profesión y tiene amplia experiencia en la enseñanza dentro de las aulas universitarias, ha publicado para diversas revistas e incluso es autor de libros. 
Y aunque toda su experiencia se encontraba en el área académica, Fajardo se dio cuenta de que podía aplicar su conocimiento y sus habilidades en la mejora de su ciudad y decidió proponerse como candidato a contender por la presidencia municipal de Medellín, conformando cuidadosamente a su equipo;  escogió elementos con vasta experiencia en su ramo y bases sólidas formativas, la mayoría sin ningún tipo de carrera política pero conocidos por su honestidad, entusiasmo y habilidad para trabajar en equipo.
Una vez conformado el grupo de trabajo, Fajardo llevó a cabo una contundente, arrasadora y poco usual campaña política; se dedicó a recorrer a pie las calles de Medellín, a colocarse en semáforos y abordar camiones para compartir con la población los proyectos, planes e ideas que tenía para lograr un verdadero cambio en su Ciudad.

Poco tiempo después, Fajardo estaría siendo nombrado Alcalde de Medellín y con este nuevo cargo puso en práctica lo que el mismo llama “la fórmula” que no es más que su guía a seguir para rescatar a la ciudad del miedo profundo en que vivían debido a los altísimos índices de homicidios y violencia. La idea principal de dicho método consiste en visualizar dos árboles: uno de la violencia y otro de la desigualdad social. Ambos se encuentran fuertemente unidos por las raíces.

Fajardo comenta que al inicio de su mandato dividió a su equipo a la mitad, cada mitad se enfocó a cada árbol e intentaron arrancar los dos árboles desde la raíz, trabajando duro y esforzándose, sin embargo, después de un tiempo se dieron cuenta de que la técnica no estaba funcionando.
Así pues decidieron colocarse todos en un solo árbol y tirar con todas sus fuerzas hasta que notaron que poco a poco el árbol comenzaba a moverse y a salir de la tierra, entonces, cuando lograban mover un poco el árbol de violencia, todos se trasladaban inmediatamente al árbol de la desigualdad social y tiraban todos juntos de él. Y así sucesivamente hasta que poco a poco ambos árboles fueron removidos considerablemente y la transformación de la ciudad de Medellín dejó de hacerse esperar.

Además, el ex alcalde hace especial énfasis en que para poder atacar el problema de la violencia, tuvo que validar, limpiar y confiar mucho en sus cuerpos policíacos. Hubo que buscar la restauración de la fe y la confianza de los ciudadanos en sus policías ayudándoles a estos últimos a reconstruir su prestigio y respeto. Y cada vez que en conjunto se asestaba un golpe a la violencia en algún sector de la ciudad, de forma inmediata se hacía realidad alguna obra que implicara un ataque a la desigualdad en ese mismo lugar, de esta manera se prolongaba el efecto de las acciones tomadas en contra de la violencia y se perpetuaba el combate a la desigualdad.

Las técnica de intervención social más empleada fue la arquitectónica; con la construcción de “parques-biblioteca”, colegios, hospitales, centros recreativos y de encuentro con la ciencia, la cultura y el arte, entre otros. Las construcciones permitieron al gobierno de Fajardo ofrecer algo real y tangible a los ciudadanos para que estos pudieran ir recuperando poco a poco la esperanza y depositaran su confianza en las medidas y decisiones del equipo de gobierno que los dirigía.
Así pues, mientras más ciudadanos pasaban del miedo  a la esperanza a través del combate a la desigualdad social, más se reducían los índices de violencia, creando así un ciclo de refuerzo positivo que se convertiría en el motor del cambio para Medellín.

Muchos ojos fueron puestos sobre Medellín durante y después del mandato de Fajardo debido a la reducción tan impresionante en los índices de violencia y a la belleza e ingenio que se imprimió en las obras arquitectónicas, llevando las ideas y la dirección de Fajardo a otro nivel.

Ahora que escucho su conferencia y puedo palpar tantas pruebas de que es posible cambiar, de que la sociedades en verdad pueden pasar del miedo a las oportunidades, a la esperanza, pienso seriamente si las barreras que nos impiden tomar acciones en México, no son más mentales que reales.
Si bien nosotros también enfrentamos problemas severos de inseguridad, Medellín nos da una demostración magistral de que es posible liberar a los mexicanos del miedo, recuperar el honor y fortaleza del sistema jurídico y de los cuerpos policíacos.
Veo con asombro que es posible conformar un grupo de personas que de verdad represente los intereses de la ciudadanía, con la honestidad y la responsabilidad como bandera y respaldo.
Me doy cuenta también de que tenemos mucho que hacer como ciudadanos, pues sino vigilamos las acciones de nuestros gobernantes no podremos inducir a la conformación de equipos de dirigentes que se preocupen tanto como Fajardo por su Ciudad y quienes ahí habitan.

Sin duda alguna ver el video de la conferencia de Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín, me ha dejado profundas reflexiones, pero sobre todo ganas de mostrarle a cuántas personas pueda que estamos en un error al dar por hecho que no podremos con la delincuencia, con la corrupción, la desigualdad, la pobreza o el propio sistema, estamos equivocados al creer que no somos factores de cambio, que ya no hay gente honesta, que hay más corruptos que honrados. Medellín nos enseña que SÍ ES POSIBLE, que debemos trabajar unidos y demostrar que podemos, porque somos tan capaces como los colombianos de hacer equipo a favor de nuestro país, de todos los que habitamos aquí, porque México también merece dejar atrás el miedo y traer a su gente la esperanza.

domingo, 10 de marzo de 2013

Starpower


En las últimas dos sesiones de la clase de Responsabilidad Social y Ciudadanía nos dedicamos a jugar Starpower.

Starpower es un juego que consiste en intercambiar fichas de colores que tienen diferentes valores. Al principio se le otorga a cada jugador un sobre con una combinación específica de cinco fichas de distintos colores, los sobres son repartidos al azar y posteriormente cada jugador contará con cinco minutos para intercambiar fichas con sus compañeros y así intentar mejorar su puntuación. Además del valor de las fichas, es posible ganar puntos por cada intercambio realizado o por juntar varias fichas del mismo color.

Al finalizar los cinco minutos de la primera ronda, cada jugador contabilizó sus puntos y al hacer un conteo general aquéllos con los mejores puntajes fueron asignados a un grupo pequeño que se identificaba con gafetes en forma circular, los que tenían las peores puntuaciones se asignaban a un grupo especialmente numeroso con un gafete cuadrado y aquéllos que quedaban en medio fueron asignados a una mesa igualmente mediana y con gafetes en forma de triángulo. Una última oportunidad para aumentar la puntuación era a través de los bonos, a cada grupo se le otorgaban 3 fichas con valor de 25 puntos y los integrantes decidían a qué miembros otorgar los puntos.

Para la segunda ronda, nuevamente se otorgaron sobres con fichas y nuevamente se nos dieron 5 minutos para intercambiar, al agotarse el tiempo, contamos nuestros puntos y unos cuantos compañeros fueron ascendidos a un grupo con mejor status mientras otros cuantos fueron degradados a un grupo inferior. Sin embargo, la gran mayoría de nosotros permanecimos en el mismo grupo.

Ronda tras ronda, los que nos convertimos en cuadrados en el nivel más bajo de la estructura, nos percatamos de que no importaba lo que hiciéramos, nos podíamos ascender, notamos además de que los sobres que se otorgaban en nuestro grupo contenían sólo fichas de bajo valor, mientras que los círculos parecían tener siempre fichas con puntuaciones altas. Las reglas eran injustas, de esa manera nunca podríamos hallar una forma de mejorar nuestra situación.

Mientras el tiempo pasaba me daba cuenta de que mi puntaje seguía siendo el mismo, el juego se tornó desesperante e incluso aburrido. Hasta que, en colaboración con un compañero, descubrimos que podíamos incrementar considerablemente nuestro puntaje llevando a cabo el mayor número de intercambios posibles. No eran intercambios verdaderos, en realidad no cambiábamos fichas, sólo llevábamos a cabo el proceso de “intercambiar” para poder contar puntos a nuestro favor por hacer intercambios.

Tras algunos juegos los círculos tuvieron el privilegio de cambiar las reglas si querían y los triángulos el de proponer cambios. Sin embargo, los círculos sólo buscaron cambiar para beneficiarse y los triángulos no eran escuchados.

Luego de mejorar nuestra técnica de los intercambios, pudimos ascender en la estructura, pero una vez llegando a un grupo mejor, comenzamos a actuar como ellos.

Cuando finalmente se dio el juego por terminado y se nos pidió hablar de lo que sentimos y vivimos con el juego de Starpower, pudimos entender que este juego no hacía más que simular el sistema económico, político y social que vivimos a nivel mundial.
 
Los ricos siguen haciéndose ricos, los que se encuentran en medio, rara vez tienen la oportunidad de ascender y los pobres siguen siendo pobres porque no tienen manera de mejorar, siguen obteniendo muy pocos recursos y poco a poco la desesperación se apodera de ellos y buscan formas de revelarse o de corromper el sistema (como lo que hicimos al llevar a cabo muchos “intercambios falsos”).

Creo que finalmente entendí que la aparente apatía de los ricos o la “flojera” y falta de progreso de los pobres, no deriva de las propias personas, sino de las circunstancias en las que han vivido, son las reglas del juego las que son injustas, las que provocan rencores, desesperación y falta de interés y entusiasmo en los grupos. Son las circunstancias en las que nos ha tocado jugar las que nos orillan en muchas ocasiones, a ya no intentar nada nuevo, a resignarse a vivir donde nos ha tocado o a buscar formas no éticas para avanzar.

Por más que me esforcé en tratar de hallar una forma de equilibrar el juego, sólo se me ocurre intentar cambiar las reglas, no permitir que el poder se concentre en los que más tienen, tratar de ofrecer más recursos para trabajar a los más pobres y así permitir mayores posibilidades de ascender por méritos. Creo que si los que menos tienen sienten que sus esfuerzos pueden rendir frutos, tendrían mayor motivación para proponer y salir adelante, lo que mejoraría poco a poco las reglas del juego.

No sé si mi teoría funcione en realidad y aunque lo hiciera, no tengo idea de qué se podría hacer para poder llevarla a cabo. Este juego me ha dejado muy confundida y dado que me tocó jugar el rol del cuadrado al final de la estructura, experimenté sentir la frustración, desesperación y hasta cansancio que me obligó a entender mucho mejor la necesidad de equilibrar el juego.

Esta es la primera reflexión del curso que no me lleva a una resolución concreta, sólo al despertar de mi consciencia a una realidad a la que no estaba abierta. Recomendaría a más personas jugar Starpower, para que puedan como yo ponerse en el lugar y las circunstancias del otro, pero sigo intentando buscar la forma de encontrarle una solución a ese juego.

domingo, 3 de marzo de 2013

HOME


En la última sesión del curso tuve la valiosa oportunidad de ver un documental que me preocupó y consternó profundamente y que definitivamente recomendaría ver a todo ser humano que habita en este planeta.

A lo largo del video es posible entender mejor el origen de la Tierra y cómo es que mantiene el equilibrio entre sus paisajes y los seres vivos que los habitan. Hacemos un recorrido desde el principio de los tiempos, desde el origen de la vida en nuestro planeta y todo cambia radicalmente cuando aparece el hombre.

Desarrollamos la agricultura, descubrimos el petróleo y con éste trajimos 50 años de daño acelerado a la Tierra, en estos últimos 50 años hemos destruido más que en cualquier otro momento de nuestra historia o de la de nuestro planeta.

Todo se está acelerando, el crecimiento de las poblaciones, la demanda de recursos, de alimentos, de servicios, el intercambio comercial, la explotación maderera, el gasto energético, la extinción de hábitats y especies, la producción de basura, etc.

Se han construido 3000 torres y rascacielos en Shanghái tan sólo en los últimos 20 años.

70% del agua que consume la humanidad entera se emplea en actividades agrícolas.

El auto es considerado un símbolo de progreso y bienestar. Actualmente existe una sobre población de automóviles que genera importantes emisiones de dióxido de carbono.

Desde 1990 el intercambio internacional de productos se ha multiplicado por 20.

A la fecha, ¾ partes de las zonas pesqueras del mundo están agotadas o en serio declive.

Hemos acabado con la mitad de los pantanos de nuestro planeta, sin saber que estos ecosistemas tienen una función muy importante en la purificación del agua.

La selva del Amazonas, la más grande del mundo, ha perdido 1/5 parte de su superficie debido a la tala y a la erosión.

El bosque de Borneo desapareció, fue reemplazado por cultivos de palma de aceite y de eucalipto porque estos productos son muy demandados, sin embargo las hojas del eucalipto son tóxicas y evitan que cualquier ser vivo crezca en estos plantíos.

Haití cuenta sólo con el 2% de sus bosques.

Nigeria es el primer país exportador de petróleo en África y sin embargo es uno de los más pobres del mundo.

En el mundo se invierte 12 veces más en gastos militares que en apoyar a los países en vías de desarrollo.

5000 personas mueren al día por falta de acceso a agua potable.

13 millones de hectáreas de bosque desaparecen al año.

Nuestras especies animales y vegetales están muriendo 1000 veces más rápido de lo que deberían en condiciones normales.

La mitad de la población pobre del mundo vive en países muy ricos en recursos.

La mayor parte de la riqueza de nuestro planeta está en manos del 2% de la población.

Todo lo anterior representa sólo algunos de los problemas más apremiantes que enfrentamos como humanidad y que no importando diferencias de raza, cultura, idioma o religión, deberían preocuparnos y ocuparnos, pues todos somos ciudadanos del mundo y nuestro ecosistema no conoce fronteras, donde sea que estemos, nuestras acciones tendrán repercusiones en toda la Tierra.

Honestamente, nunca imaginé que el impacto que hemos provocado en nuestro planeta fuera de semejantes dimensiones, solía pensar que eran meras exageraciones de los ecologistas o de personas pesimistas a cerca del futuro de la Tierra. Sin embargo, la verdad es que los daños son incalculables y muchos de ellos seguramente irreparables... ¿Será posible enmendar en algo las heridas que hemos provocado? ¿Existe alguna esperanza para nuestro planeta?

Según los expertos tenemos tan sólo 10 años para poder invertir el efecto que hemos provocados sobre nuestro planeta.

Sin embargo no todas las noticias son malas, porque ya hay personas involucradas en grandes y pequeños proyectos e iniciativas para poder ayudar a restaurar el equilibrio en nuestra Tierra… He visto cómo países como España, India y Dinamarca comienzan a poner enormes molinos en sus costas con la intención de aprovechar la energía eólica.
En Alemania existe un fraccionamiento donde todas las casas tienen paneles solares en el techo para abastecerse de energía con la proveniente del sol.

He visto serpientes en el mar que aprovechan la energía marítima para abastecer de eléctrica a una ciudad. La iniciativa de la creación de un banco para los pobres en Laos, la de la tala selectiva en Gabón para proteger sus bosques y la de la reforestación en Japón para recuperarlos.

¿Por qué no seguir todos estos ejemplos? Dejemos de consumir tanta energía y productos derivados del petróleo y los combustibles fósiles, es necesario dejar de excavar en el suelo y levantar la mirada al cielo. En nuestro Sol tenemos una fuente limpia y poderosa de energía que debemos aprovechar, así como en el viento, en el vapor que libera la tierra y en la fuerza del mar y que alguien me diga ¿para qué país no brilla el sol? O ¿en qué lugar del mundo no sopla el viento?

Pensando en las acciones descritas anteriormente, me decidí a contribuir a salvar mi planeta, he empezado comprometiéndome a reducir el impacto que genero, a consumir menos productos, a reciclar, reutilizar, ahorrar y optimizar el uso que hago de lo que poseo. Entiendo también que debo empezar el cambio en mi persona y llevarlo gradualmente a mi familia, mi comunidad, mi estado y mi nación. Que nadie piense que lo que hace es poco porque si todos aportamos nuestro compromiso individual entre todos podremos revertir el daño, aún podemos rescatar la maravilla que es nuestro planeta, nuestra casa… la Tierra.




México y sus ciudadanos


En la entrada anterior describí mi acercamiento al verdadero concepto de ciudadanía y a lo que implica ser un verdadero ciudadano. En esta ocasión, y situándome en un contexto que me es más familiar, hablaré de lo que me hizo pensar y sentir el escuchar la conferencia de Denisse Dresser titulada “De la sumisión a la participación ciudadana” donde se habló de la ciudadanía en México.

Antes que nada, permítaseme destacar las ideas que más me impactaron dentro de su conferencia. Dresser mencionó una serie de datos y hechos que acontecen en México que me impactaron mucho y entre ellos se encuentran los siguientes:
·         El hijo de un obrero tiene sólo el 10% de oportunidades de estudiar una carrera universitaria.
·         La población mexicana está en su gran mayoría preparada sólo para ser trabajadora y no emprendedora.
·         México es un país que apuesta a los recursos y a la población mal pagada que los procesa en vez de invertir en el capital humano y en la educación de su gente.
·         Tenemos un gobierno que apuesta a la realización de obras públicas, caminos y apoyos de corto plazo.
·         Poseemos un sistema donde los ascensos están basados no en el mérito sino en las relaciones, no en la excelencia sino en los contactos.
·         Debido al punto anterior y dado que la excelencia y el talento mexicanos no encuentran espacios de oportunidad para desarrollarse, nuestros recursos humanos más brillantes se trasladan a otros países, exportamos lo mejor que tenemos y dejamos a México en la mediocridad.
·         Como dijo Octavio Paz en su famoso “Laberinto de la soledad”, los mexicanos nos hemos convertido en ciudadanos “resignados, pacientes y sufridos”.
·         Hemos caído en el conformismo de pensar que no es posible hacer nada para cambiar nuestra situación, que la pobreza, la violencia, la corrupción y la desigualdad son problemas  que jamás podremos solucionar.
·         Estamos cayendo en la llamada “fracasomanía”, en una actitud permanente de pesimismo ante una realidad que nos parece inamovible.
·         No nos hemos dado cuenta de que no debemos esperar “salvadores”, que llegue determinado partido o gobernante a cambiarlo todo, porque los salvadores no existen.
·         No hemos notado que los buenos gobernantes se forjan a base de buenos ciudadanos.

Escuchar esta conferencia me sumió en una profunda reflexión de la que creo que aún no me recupero, porque son totalmente ciertos todos y cada uno de los puntos anteriores y yo también he caído en ese pensamiento de pesimismo y fracaso en el que se siente que no importa cuánto me involucre, no importa cuánto lo intente o cuánto me esfuerce, lo que yo haga no hará jamás una diferencia porque se vuelve nada comparado con el monstruo de poder y corrupción que representa nuestro sistema.

La cuestión es que no había notado que desde pequeños nos han enseñado a sentirnos así, sin autoridad, sin capacidad de actuar, de emprender o  de cambiar. Nos enseñan nuestra propia historia a base de fracasos, hemos visto a nuestros héroes morir, al pueblo levantarse con deseos de cambio y nunca lograrlo. Vemos a diario como la delincuencia puede más que nuestros cuerpos policíacos y nuestro sistema de justicia, como la corrupción le cierra espacios y oportunidades a las nuevas generaciones y vemos cada periodo electoral desfilar un sinfín de promesas que nunca se cumplen.
Y es así como nos hemos convertido en una sociedad muy conveniente para quienes buscan llegar al poder con la única finalidad de satisfacer sus propios intereses, pues al ser nosotros un pueblo tan pasivo y sumiso, resignado a que todos nuestros problemas son parte intrínseca de nuestra realidad y que no podemos cambiarlos, nuestros gobernantes aprovechan para seguir robando impunemente a nuestra nación.

Después de llevar a cabo todas las reflexiones que he compartido anteriormente, me di cuenta de la verdadera importancia de la educación, de hacer sentir confianza en nuestros niños y jóvenes sobre su poder para cambiar la situación en la que viven e impactar en lo que los rodea. Entendí la necesidad tan imperante que tenemos de exigir educación de calidad que permita formar verdaderos ciudadanos, que se sientan parte de un país tan maravilloso y completo como lo es México, porque sólo quienes sienten al país suyo se podrán preocupar verdaderamente por él.

Es necesario que hagamos un gran esfuerzo en lo individual y lo colectivo para dejar de visualizarnos como perdedores, como un país que ya no tiene solución ni alternativa y que depende exclusivamente de la voluntad de quienes lleguen al poder. Basta de pensar que no podemos hacer una diferencia.

En lo personal he decidido informarme mejor sobre las cosas buenas que tenemos como país y como mexicanos, porque tenemos paisajes insólitos y únicos, tradiciones milenarias, platillos deliciosos, especies que sólo existen aquí, porque nuestra gente es cálida, alegre y amable, porque muchos turistas viajan a nuestra tierra a disfrutar de este paraíso del que gozamos nosotros, de las playas, bosques y selvas mexicanas. Porque el mexicano no se da por vencido, porque sabemos solidarizarnos y salir adelante trabajando más que los demás y esforzándonos el doble, porque merecemos un país mejor, empecemos a ser y formar con la palabra y el ejemplo, verdaderos ciudadanos, ciudadanos dignos de México.