miércoles, 8 de mayo de 2013

Reflexión final

Durante este cuarto parcial y a lo largo de todo un semestre de asistencia al curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía llevé a cabo diversas entradas en este blog titulado “Fragmentos de un diario discontinuo” que funge como mi bitácora personal. De todas las entradas aquí disponibles, he elegido las siguientes dos como las más significativas y merecedoras de aparecer en la reflexión final

  • La telaraña y el mundo
  • Vale la pena
Elegí las dos entradas anteriormente expuestas porque creo que representan mi verdadera evolución a lo largo de este semestre en el curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía.

La primera entrada corresponde a mis reflexiones y aprendizajes de la primera sesión del curso y considero que cuando escribí lo que sentí y lo que pensé de esa actividad, lo hice aún bajo los efectos de la emoción del compañerismo y el trabajo en equipo que sentí en esa sesión.
Ahora que miro hacia atrás y recuerdo lo que escribí y lo que dije que sentí con esta actividad, me doy cuenta de que esta primera impresión que me dejó el curso creció y se amplió de formas que no creí posibles cuando llevamos a cabo la actividad de la telaraña. En ese momento de verdad me sentí parte importante de una red que podía funcionar si y sólo si cada uno de nosotros hacía bien lo que le tocaba, pero debo admitir que en ese entonces no había entendido qué es lo que me tocaba hacer.


La dinámica inicial de la telaraña fue un impulso importante en mi introducción al curso y me enseñó mucho del trabajo en equipo y de la relevancia que tiene cada aportación individual. Es una actividad que al día de hoy sigo valorando mucho porque refleja la verdad de nuestro papel en la vida y el mundo.

Hablando ahora de mí misma, creo que la joven de ese entonces deseaba sentirse bien con el cumplimiento de la responsabilidad que por primera vez sintió sobre sus hombros tras la realización de la dinámica de la telaraña. Pero también era una joven que aún pensaba que aunque tomara acciones que la hicieran sentirse mejor con su consciencia, no sería posible hallar alguna participación verdaderamente importante o trascendente en la resolución de problemas sociales o la sostenibilidad del planeta.

Este primer momento del semestre me hizo sentir motivada a actuar, pero sin saber cómo, ni cuándo ni dónde. Sin creer verdaderamente en lo que haría ni en el equipo que como grupo debíamos conformar.

Fueron necesarios videos, lecturas, actividades y dinámicas, casos, discusiones, reflexiones, comentarios y vivencias repartidas en 26 sesiones, para poder entender mi verdadera misión y el impacto real de lo que hacemos por los demás.

A lo largo del curso aprendí muchas más cosas que sólo tener ganas de hacer algo. Entendí que no tengo que esperar a tener mucho tiempo y un gran trabajo que me permita tener cantidades importantes de dinero, para poder hacer una diferencia en la vida de alguien. A veces en acciones muy pequeñas se esconden los detonantes de grandes cambios.

Derribé mis creencias a cerca de la insignificancia de las acciones individuales o de las acciones de pequeños grupos. De verdad creía que era imposible ir en contra de un sistema tan corrupto, tan arraigado a la forma de vida y manera de pensar de nuestra sociedad. Y esta falsa creencia se derribó por completo con el caso de Medellín y su ex alcalde Sergio Fajardo.

Y finalmente, aprendí que es posible crear verdaderos equipos, donde se ponga el bienestar colectivo o incluso el de otros por encima del propio. Es posible trabajar pensando en los demás y en hacer una repartición justa y equitativa de los recursos con los que se cuentan.

Las tres reflexiones anteriores, sumadas a la experiencia única e infinitamente valiosa que me ofreció mi trabajo en el servicio social con TECHO, han provocado cambios importantes en mi persona y muchos de esos cambios los veo reflejados en la segunda entrada que elegí para este reporte.

La entrada denominada “Vale la pena”, me hizo llevarme conmigo una serie de sentimientos de esperanza, fe, motivación y ganas de encontrar mi propia estrella de mar y hacer, para esa estrella, toda la diferencia.
Los videos descritos en la segunda entrada que aquí expongo, corresponden a la penúltima sesión del curso y creo que marcaron mi aprendizaje del curso porque transformaron lo que pensé y creí en el tiempo de la primera sesión, en una certeza absoluta e incluso en un estilo de vida y de reflexión.

Creo que lo más significativo del curso para mí, vendría en la última sesión del curso con la actividad de los “brotes y raíces”. Pues, como también compartí en este espacio, después de meditarlo, establecí que mi brote fue hacer tiempo para llevar a cabo actividades para las que creía que no tenía espacio ni recursos. Buscar ayudar siempre que puedo y evitar pretextar que no tengo manera de hacerlo a la primera dificultad que se presenta. Esforzarme siempre por hacer una diferencia por pequeña que ésta sea.

Por otro lado, mi raíz se encuentra en la reflexión de que todos tenemos habilidades y talentos especiales y muy valiosos, buscar expresarlos en favor de un bien mayor y común es uno de los mejores propósitos de nuestro andar por la vida, uno, que además ofrece satisfacciones únicas e incomparables.

Debo confesar que quise compartir mis pensamientos anteriormente expuestos sobre los brotes y raíces con el resto del grupo cuando el profesor nos dio la oportunidad de dar un agradecimiento o retroalimentación sobre el curso a la clase, sin embargo, y a pesar de contar con algunos conocimientos sobre la elaboración del discurso y del arte de la oratoria, una vez estando frente a mis compañeros de tantas reflexiones, aprendizajes y trabajos en verdadero equipo, sentí una profunda necesidad de ser sincera y hablar de la verdadera sensación de agradecimiento que sentía por haber tenido esta oportunidad tan valiosa de aprender tanto, de ampliar impresionantemente mis horizontes, de romper con ideas que hasta ahora no me habían permitido hallar una verdadera misión y una motivación para hacer las cosas por pequeñas que parezcan, porque del tamaño que sean son muy valiosas.

Todo lo anterior me ha hecho sentir diferente, renovada, una persona que definitivamente no es igual a la que presenció el primer día de este curso. He tomado acciones en mi vida diaria que estoy cierta de que con el tiempo me darán más y mejores ideas de cómo participar activa y trascendentemente en los asuntos que aquejan a mi comunidad, mi nación e incluso a la humanidad entera. Ya no pongo límites a mis sueños, ya no pienso que no vale la pena intentar hacer la diferencia y sobre todo ya no creo que no sea posible rebelarse con cada acción generosa, con cada esfuerzo y trabajo diario.

Me hacen falta palabras para agradecerle al profesor Luis Gerardo la increíble labor que lleva a cabo con cada grupo de alumnos que tiene la fortuna de llegar a sus manos. Él ha sabido hacernos ver una realidad diferente, sabe inspirar y atraer actitudes positivas, ganas de despertar y empezar a hacer algo por el otro. Como bien expresaba un compañero en la última sesión del curso, llegar a la clase de Responsabilidad Social y Ciudadanía representaba un proceso de asombro constante, de sentimientos encontrados, de necesidad de estar a la expectativa y atentos. Cada sesión provocaba un giro en el rumbo de mi día, una ventana que me permitía ver más allá de mi propia lucha y recuperar el panorama completo en el que me es más fácil recordar que hay personas allá afuera que necesitan de personas que, como yo, hayan aceptado el reto de buscar ser verdaderos agentes de cambio.

Honestamente no puedo pensar en alguna oportunidad de mejora para el diseño o implementación del curso. Cada una de las sesiones fue interesante y me dejó algún valioso aprendizaje y la forma en que el profesor nos guió a través de las dinámicas y las reflexiones fue, desde mi punto de vista, sencillamente perfecta.

Para finalizar esta reflexión final quisiera decir que este curso ha marcado mi manera de ver la vida y mi misión en este mundo. Creo que tengo mucho que dar y todo lo que he aprendido en esta materia me obliga a hacer una promesa conmigo misma, una en la que me comprometo a no olvidarme de esta necesidad que ahora siento de buscar incansablemente mi manera de generar el mejor impacto positivo en lo y los que me rodean.
Deseo ser como los sembradores de palmas datileras o como el joven que en una playa lanzaba estrellas de mar al fondo del océano… He decidido creer que se puede y buscar hacer de mi vida una constante búsqueda de oportunidades para unirme a ese grupo de personas que ahora admiro porque están haciendo algo para marcar una diferencia… “No me resigno a la idea de que cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera existido”.

martes, 7 de mayo de 2013

Un acto de fe


La narración que a continuación compartiré trata de la última sesión del curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía.

En esta última sesión me llevé un aprendizaje muy valioso sobre el verdadero poder de las intenciones, de las acciones que dan sin esperar la satisfacción de un interés propio o egoísta.

El profesor nos presentó un último caso; el de Don Carlos y sus acciones en la comunidad de Tlaxco. Este hombre admirable compró terrenos erosionados y animó a amigos y conocidos a comprar terrenos en estas mismas condiciones.
Una vez adquiridos los terrenos, Don Carlos comenzó, hace 50 años, un proyecto para “devolverle a la tierra lo que es de la tierra”. A través de la generación de composta, y actividades intensas de reforestación, hoy, esas tierras son fértiles y hay una gran variedad de árboles y diferentes tipos de vegetación.

Dentro de la comunidad, se lleva a cabo el proyecto “San Isidro”, que además de preocuparse por la regeneración de la tierra, lleva a cabo un programa de educación y capacitación para niños y adultos a cerca de la importancia del cuidado del medio ambiente y de valorar la riqueza que ofrece la tierra. El proyecto es integral, muy completo y enseña, sobre todo a los niños, a amar a su tierra, a cuidarla y respetarla.

Y entonces entendí la importancia de conocer lo que queremos proteger porque nadie ama lo que no conoce y no podremos convertirnos en verdaderos guardianes y defensores de lo que no amamos.
 
Poco después llevamos a cabo una dinámica denominada “brotes y raíces” donde el profesor nos pidió escribir como brote aquel cambio de actitud o acciones que hayan nacido en nosotros como resultado de tomar este curso y como raíz, algún pensamiento o manera de ver la vida que se haya afianzado en nosotros.
Ahora quisiera compartir mi brote y mi raíz.

Después de meditarlo, establecí que mi brote fue hacer tiempo para llevar a cabo actividades para las que creía que no tenía espacio ni recursos. Buscar ayudar siempre que puedo y no pretextar que no tengo manera de hacerlo a la primera dificultad que se presenta. Esforzarme siempre por hacer una diferencia por pequeña que ésta sea.

Por otro lado, mi raíz se encuentra en la reflexión de que todos tenemos habilidades y talentos especiales y muy valiosos, buscar expresarlos en favor de un bien mayor y común es uno de los mejores propósitos de nuestro andar por la vida, uno, que además ofrece satisfacciones únicas e incomparables.

La última actividad consistió en ofrecer un mensaje de agradecimiento o retroalimentación al grupo o al maestro, de tal forma que pudiéramos sellar esta aventura poniendo en palabras nuestra experiencia.

Hablar y escuchar a mis compañeros fue una experiencia inigualable, creo que todos hablamos desde el fondo de nuestro corazón y desde lo más íntimo de nuestros pensamientos y sentimientos. Hubo quien compartió hechos de su vida más privada y eso sólo me hizo sentir que de verdad habíamos formado un equipo muy valioso, capaz de confiar a ese nivel en los demás y de apreciar la compañía a lo largo de este viaje que quisiera prolongar pero que inevitablemente ha concluido.

La experiencia fue increíble, profunda, impresionante. Afiancé todas mis reflexiones pasadas y reafirmé mi convicción de buscar ser siempre un agente de cambio, desde donde sea que esté, hallaré la manera de hacer como los sembradores de palmas datileras. “Una palma datilera tarda 80 años en dar su primer fruto. Sembrar una palma es un acto de fe, un signo de esperanza y un símbolo de amoroso compromiso con el futuro”... Un compromiso que, por primera vez, asumo como mío…
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Vale la pena


La sesión #25 que a continuación describo, ha sido, en lo personal, una de las sesiones más significativas del curso.

Considero que la discusión sobre la importancia y verdadera trascendencia de las acciones con responsabilidad ciudadana, se torna cada vez más sincera, más profunda.

A lo largo de esta sesión pude sentir que hemos creado un verdadero ambiente de trabajo en equipo, de confianza en el otro y en el valor que tiene la aportación de uno mismo al beneficio colectivo. Pude notar que las reflexiones que compartimos tienen un valor diferente, más sincero y más apreciado, sin lugar a dudas todos de alguna manera, hemos cambiado.

En este contexto de hermandad, de equipo y de esfuerzo y aprendizajes compartidos, la proyección de dos de los videos que preparó el profesor para la clase, me causaron un impacto muy particular.

El primero de esos videos, describía un camino en alguna ciudad del mundo donde el gran tronco de un árbol caído obstaculizaba el paso. Camiones, taxis y autos particulares vieron detenido su camino en medio de un muy pesado tráfico.
El tronco gigante era un enorme problema para todos, sin embargo la gente pasaba, se molestaba, se desesperaba, pero el obstáculo seguía ahí. La lluvia comenzó a caer. Y fue entonces cuando un niño pequeño se bajó del autobús y en medio de la tormenta observó el daño que estaba provocando el tronco a mitad del camino, evitaba que todos los ahí presentes pudieran llegar a su destino. Entonces dejó su mochila en el suelo, se colocó frente al gigantesco tronco y comenzó a empujarlo con todas sus fuerzas.

El resto de las personas, se quedaron mirando atentamente al pequeño, asombrados.
Al verlo, un grupo de niños chiquitos corrieron hacia el tronco y empezaron a empujar entusiastamente. Y fue sólo hasta entonces, después de observar a los niños, que jóvenes, hombres y mujeres adultos, se unieron al esfuerzo y comenzaron a aportar su fuerza alrededor del gran tronco.

Después de un tiempo de trabajo compartido, el tronco finalmente comenzó a moverse y poco a poco, entre todos lograron quitarlo del camino.
La felicidad no se hizo esperar, se pudo sentir en el ambiente un aire de compañerismo y algo muy parecido a la hermandad. El ánimo de todos mejoró notablemente y hasta la lluvia cesó, dando lugar a una reflexión muy profunda en mi mente.

Me pareció muy impactante que el primero en hacer algo al respecto, en darse cuenta de que era necesario actuar para mejorar la situación de todos, fuera un niño. Y que los que lo siguieran fueran niños.
Mientras sólo los pequeños empujaban con fuerza, pensé en la inocencia característica de la infancia, en la fe y esperanza que irradian los niños. Ellos no se detuvieron a pensar que eran demasiado pequeños, que no tendrían la fuerza suficiente para mover el tronco. Pienso que verdaderamente creían que podrían, y si es que me equivoco, saber que eran pequeños no los detuvo y fue su acción el detonante de algo más grande que resultaría en el beneficio de todos.

Antes de llegar a este curso, siempre me detuve a pensar si lo que hacía serviría de algo, si tendría el impacto suficiente o necesario, y cada vez que lo evaluaba llegaba a la conclusión de que yo sólo era una persona, diminuta e insignificante en comparación con los grandes problemas y obstáculos que como sociedad y humanidad enfrentamos. Y traté de tomar acciones, pero ahora sé y puedo aceptar con toda honestidad, que tenían más el objetivo de callar mi consciencia que de ofrecer una pauta hacia un impacto verdadero y duradero.

El segundo video afianzó mi reflexión anterior y me motivó a buscar no volver a minimizar mis aportaciones nunca más.
Este video era un relato de la historia de un gran maestro y escritor que caminando por la playa encontró a un joven a la orilla del mar aventando estrellas de mar al fondo del océano.
Entonces el escritor le preguntó al joven por qué lanzaba las estrellas al mar. El joven contestó que había mucho sol y la marea estaba bajando, si no las regresaba al mar, se secarían y morirían. 
El maestro preguntó al joven que si acaso no notaba que había kilómetros de playa y muchísimas estrellas, que su esfuerzo era inútil y no haría la diferencia porque no podría salvarlas a todas. El joven escuchó respetuosamente al escritor, tomó una estrella de mar y la lanzó al fondo del océano, más allá de las olas. Entonces se volvió al maestro y le dijo, “para ésa hizo toda la diferencia”.

Fue en ese momento cuando comprendí que por pequeñas que parezcan mis acciones, mi esfuerzo y mi contribución a causas justas, de alguna manera tendrán un eco en alguna persona y tendrán un impacto que hará toda la diferencia para alguien.

Mi estrella ahora, es el niño con el que trabajo en la implementación del plan de educación de la Organización TECHO. Ese pequeño aprende rápido, se esfuerza cada sábado en atender las lecciones y he visto ya algunos cambios en su forma de pensar y de actuar y creo que aunque dentro de algunos años no recuerde ni mi nombre… mi trabajo con él ahora, podría hacer alguna diferencia verdadera en su vida. Esto es lo que me alienta y motiva a seguir adelante y dar todo de mí deseando que de alguna manera, mis acciones de hoy resuenen en la eternidad… 

domingo, 5 de mayo de 2013

Percepciones


Nunca pensé que la forma en que uno se ve y piensa de sí mismo, influyera de manera tan poderosa e importante en la realidad que lo rodea.

La actividad de esta vigésimo cuarta sesión de la materia de Responsabilidad Social y Ciudadanía me dejó perpleja.

Al llegar al salón se nos dividió en siete equipos de cuatro personas. A cada equipo se le ofreció un pliego de papel bond de cuadrícula, plumones y crayolas.

Posteriormente se nos dio una sencilla indicación: Haciendo uso del material recién entregado, cada equipo debía elaborar una réplica del planisferio de la Tierra.

La tarea no fue nada fácil, pues además de que en el equipo parecía no haber mucho talento para el dibujo, de repente caímos en cuenta de que no podíamos recordar a detalle las formas de los bordes y fronteras de algunos países y continentes.

Cabe mencionar que teníamos prohibido consultar libros o fuentes electrónicas. El dibujo debía hacerse únicamente con lo que pudiéramos reconstruir.

Después de un rato, llevamos a cabo la mejor reproducción que pudimos del planisferio de la Tierra y colocamos nuestro distorsionado dibujo junto con las representaciones de los otros equipos.

Entonces observamos todos los dibujos y nos dimos cuenta de patrones y características en común. En la mayoría de las representaciones, México estaba bien definido, pero teníamos problemas para detallar las formas de lugares más lejanos como Asia.
Además, curiosamente, todos colocamos a Europa aproximadamente en el centro del planeta.

Luego de la sorpresa, confusión y contrariedad que experimentamos al ver nuestros dibujos juntos, se nos permitió ver un planisferio “real” y darnos cuenta del gran número de errores que tenían nuestros dibujos. Olvidamos penínsulas, ubicamos erróneamente algunos países e incluso omitimos algunos.

Posteriormente el profesor nos mostró dibujos hechos por niños originarios de distintos países a los que se les pidió llevar a cabo la actividad de la misma manera en que se nos indicó a nosotros. Los resultados fueron muy similares.

Pequeños provenientes de Asia dibujaron a detalle sus países e incluso islas, pero perdieron características importantes del Continente Americano e incluso hubo quien suprimió a México de su mapa.
Pudimos concluir entonces que para todos era más fácil representar a su nación y a lo que hubiera cerca de ella, pero tuvimos serios problemas para reconstruir lugares lejos de casa. Además de este dato en común, notamos que en los dibujos creados por los niños, Europa también parecía estar al centro del mapa.

Al parecer esta visión eurocéntrica del mundo ha dominado las representaciones cartográficas conocidas en todo el mundo y además tenemos una clara percepción de que el hemisferio norte es mayor en extensión territorial que el hemisferio sur.

Después vendría lo inesperado, el profesor nos dio datos impactantes a cerca del verdadero lugar que ocupan los países y continentes en el mundo:

-       Europa ocupa 9.7 millones de km2 mientras que Sudamérica ocupa 17.8 millones de km2. Sin embargo, en nuestros mapas siempre percibimos al continente europeo más grande que a Sudamérica.
-       La llamada URSS ocupa 22 millones de km2 mientras que el continente africano ocupa 30 millones de km2 y lo cierto es que la mayoría diríamos que la URSS parece mucho más grande que África.
-       Siendo observadores, es posible notar que Europa no es el centro del mundo pues al localizar el Ecuador podemos constatar que el mapa no está dividido en partes iguales.
-       En nuestros mapas el norte luce mucho más grande que el sur, sin embargo en términos numéricos, el hemisferio norte ocupa 52 millones de km2 mientras que el sur tiene 100 millones de km2 de extensión territorial.

¿Cómo es posible entonces que todos tengamos esta percepción tan equivocada de la realidad? La respuesta tiene que ver con el poder y riqueza de los países europeos que tuvieron los medios para pagar la elaboración de un mapa que se ajustara a sus intereses. Así pues,  la proyección de Mercator, que es la mundialmente mejor conocida, muestra a los países del norte mucho más grandes de lo que en realidad son, y a Europa se le encuentra exagerado en tamaño y en el centro del mundo.

Lo anterior tiene sentido si pensamos que los mapas plasman nuestra manera de ver el mundo, y una imagen puede ser muy poderosa.
La representación de Mercator nos hace darles aún más importancia a los países poderosos y colonizadores. Nos hace sentirnos inferiores a ellos, pequeños e insignificantes.

Después de llegar a esta sorprendente reflexión y de ser consciente de hechos que verdaderamente ignoraba, pude atender con verdadero interés el video de una conferencia que nos fue proyectado y que versaba principalmente sobre el verdadero lugar de América Latina en el mundo.

El conferencista supo atraer la atención de su público, pero sobre todo, ofreció argumentos sólidos sobre la verdadera importancia de la llamada “Latinoamérica”. Me permitió tener una visión mucho más clara y objetiva de lo que realmente somos y significamos en el mundo.

La mayoría de nosotros pensamos que nuestras capacidades son inferiores a las de un norteamericano o europeo, creemos que las economías de nuestros países son pequeñas si se comparan con otros países y hasta hemos llegado a sentir que es casi imposible lograr niveles de bienestar y calidad de vida semejantes a los de naciones primermundistas.

Sin embargo, el conferencista se encargó de derribar cada uno de los mitos que giran alrededor de nuestra realidad y de la forma en que nos percibimos, o más bien, la forma en que nos han hecho vernos a nosotros mismos.

Hemos permitido que se nos oculten las maravillas de las que somos beneficiarios en esta tierra que ofrece riquezas invaluables. Olvidamos los paisajes, la comida, las tradiciones, la cultura, la fuerza de nuestra gente y el poder de nuestro trabajo… Somos verdaderas economías emergentes, países en desarrollo, en constante evolución y progreso.
Somos más de lo que imaginamos, pero nos hace falta saberlo y creerlo.

Hacia el final de la sesión pude observar a detalle una representación alternativa del planeta Tierra. La versión del mundo de Peters es diferente a la de Mercator porque trata de conservar las dimensiones territoriales verdaderas de los continentes.

Ver la imagen del mapa de Peters, me conmocionó. Lugares considerados tan poco importantes como África y América del Sur, se ven enormes y parecen más importantes. ¡Qué diferente se siente saberse de un lugar cuyas dimensiones son tan superiores a las de otros en el mundo!

Como dije al inicio, nunca me imaginé que las percepciones de uno mismo fueran tan poderosas, una imagen puede cambiar poderosamente el ánimo de quien se mira en ella, puede elevar o hundir la autoestima y de acuerdo a eso motivar o no a la acción que es el motor de todo cambio y mejora.

Esta sesión me hizo sentir simplemente anonadada, confundida, pues nunca me imaginé que mi percepción del mundo no fuera la correcta y cambió verdaderamente mi manera de ver el papel de México y Latinoamérica en el mundo.

Ahora más que nunca siento y sé que el primer paso hacia la conquista de cualquier meta es creer verdaderamente que es posible alcanzarla y es algo que en lo individual y como sociedad latinoamericana, nos hace mucha falta… Debemos confiar en nuestras habilidades en nuestro potencial, creer que podemos porque de verdad podemos y fijarnos objetivos ambiciosos sin temor a no estar a la altura.
Esta es una reflexión que desde esta sesión y hacia adelante he tratado de aplicar en mi vida personal, pues creo que si también en lo individual pensamos a gran escala, poco a poco entre todos iremos alcanzando metas cada vez más importantes que nos convenzan y reafirmen la verdadera importancia de nuestro papel en la vida y el mundo.