Durante este cuarto parcial y a lo largo de todo un semestre de
asistencia al curso de Responsabilidad Social y Ciudadanía llevé a cabo
diversas entradas en este blog titulado “Fragmentos de un diario discontinuo” que
funge como mi bitácora personal. De todas las entradas aquí disponibles, he elegido las siguientes
dos como las más significativas y merecedoras de aparecer en la reflexión final
- La telaraña y el mundo
- Vale la pena
Elegí
las dos entradas anteriormente expuestas porque creo que representan mi
verdadera evolución a lo largo de este semestre en el curso de Responsabilidad
Social y Ciudadanía.
La
primera entrada corresponde a mis reflexiones y aprendizajes de la primera
sesión del curso y considero que cuando escribí lo que sentí y lo que pensé de
esa actividad, lo hice aún bajo los efectos de la emoción del compañerismo y el
trabajo en equipo que sentí en esa sesión.
Ahora
que miro hacia atrás y recuerdo lo que escribí y lo que dije que sentí con esta
actividad, me doy cuenta de que esta primera impresión que me dejó el curso
creció y se amplió de formas que no creí posibles cuando llevamos a cabo la
actividad de la telaraña. En ese momento de verdad me sentí parte importante de
una red que podía funcionar si y sólo si cada uno de nosotros hacía bien lo que
le tocaba, pero debo admitir que en ese entonces no había entendido qué es lo
que me tocaba hacer.
La dinámica inicial de la telaraña fue un impulso importante en mi introducción al curso y me enseñó mucho del trabajo en equipo y de la relevancia que tiene cada aportación individual. Es una actividad que al día de hoy sigo valorando mucho porque refleja la verdad de nuestro papel en la vida y el mundo.
Hablando
ahora de mí misma, creo que la joven de ese entonces deseaba sentirse bien con
el cumplimiento de la responsabilidad que por primera vez sintió sobre sus
hombros tras la realización de la dinámica de la telaraña. Pero también era una
joven que aún pensaba que aunque tomara acciones que la hicieran sentirse mejor
con su consciencia, no sería posible hallar alguna participación verdaderamente
importante o trascendente en la resolución de problemas sociales o la
sostenibilidad del planeta.
Este
primer momento del semestre me hizo sentir motivada a actuar, pero sin saber
cómo, ni cuándo ni dónde. Sin creer verdaderamente en lo que haría ni en el
equipo que como grupo debíamos conformar.
Fueron
necesarios videos, lecturas, actividades y dinámicas, casos, discusiones,
reflexiones, comentarios y vivencias repartidas en 26 sesiones, para poder
entender mi verdadera misión y el impacto real de lo que hacemos por los demás.
A
lo largo del curso aprendí muchas más cosas que sólo tener ganas de hacer algo.
Entendí que no tengo que esperar a tener mucho tiempo y un gran trabajo que me
permita tener cantidades importantes de dinero, para poder hacer una diferencia
en la vida de alguien. A veces en acciones muy pequeñas se esconden los
detonantes de grandes cambios.
Derribé
mis creencias a cerca de la insignificancia de las acciones individuales o de
las acciones de pequeños grupos. De verdad creía que era imposible ir en contra
de un sistema tan corrupto, tan arraigado a la forma de vida y manera de pensar
de nuestra sociedad. Y esta falsa creencia se derribó por completo con el caso
de Medellín y su ex alcalde Sergio Fajardo.
Y
finalmente, aprendí que es posible crear verdaderos equipos, donde se ponga el
bienestar colectivo o incluso el de otros por encima del propio. Es posible
trabajar pensando en los demás y en hacer una repartición justa y equitativa de
los recursos con los que se cuentan.
Las
tres reflexiones anteriores, sumadas a la experiencia única e infinitamente
valiosa que me ofreció mi trabajo en el servicio social con TECHO, han provocado
cambios importantes en mi persona y muchos de esos cambios los veo reflejados
en la segunda entrada que elegí para este reporte.
La
entrada denominada “Vale la pena”, me hizo llevarme conmigo una serie de
sentimientos de esperanza, fe, motivación y ganas de encontrar mi propia
estrella de mar y hacer, para esa estrella, toda la diferencia.
Los
videos descritos en la segunda entrada que aquí expongo, corresponden a la
penúltima sesión del curso y creo que marcaron mi aprendizaje del curso porque
transformaron lo que pensé y creí en el tiempo de la primera sesión, en una
certeza absoluta e incluso en un estilo de vida y de reflexión.
Creo
que lo más significativo del curso para mí, vendría en la última sesión del
curso con la actividad de los “brotes y raíces”. Pues, como también compartí en este espacio, después de meditarlo, establecí que mi brote
fue hacer tiempo para llevar a cabo actividades para las que creía que no tenía
espacio ni recursos. Buscar ayudar siempre que puedo y evitar pretextar que no
tengo manera de hacerlo a la primera dificultad que se presenta. Esforzarme
siempre por hacer una diferencia por pequeña que ésta sea.
Por
otro lado, mi raíz se encuentra en la reflexión de que todos tenemos
habilidades y talentos especiales y muy valiosos, buscar expresarlos en favor
de un bien mayor y común es uno de los mejores propósitos de nuestro andar por
la vida, uno, que además ofrece satisfacciones únicas e incomparables.
Debo
confesar que quise compartir mis pensamientos anteriormente expuestos sobre los
brotes y raíces con el resto del grupo cuando el profesor nos dio la
oportunidad de dar un agradecimiento o retroalimentación sobre el curso a la
clase, sin embargo, y a pesar de contar con algunos conocimientos sobre la elaboración
del discurso y del arte de la oratoria, una vez estando frente a mis compañeros
de tantas reflexiones, aprendizajes y trabajos en verdadero equipo, sentí una
profunda necesidad de ser sincera y hablar de la verdadera sensación de
agradecimiento que sentía por haber tenido esta oportunidad tan valiosa de
aprender tanto, de ampliar impresionantemente mis horizontes, de romper con
ideas que hasta ahora no me habían permitido hallar una verdadera misión y una
motivación para hacer las cosas por pequeñas que parezcan, porque del tamaño
que sean son muy valiosas.
Todo
lo anterior me ha hecho sentir diferente, renovada, una persona que
definitivamente no es igual a la que presenció el primer día de este curso. He
tomado acciones en mi vida diaria que estoy cierta de que con el tiempo me
darán más y mejores ideas de cómo participar activa y trascendentemente en los
asuntos que aquejan a mi comunidad, mi nación e incluso a la humanidad entera.
Ya no pongo límites a mis sueños, ya no pienso que no vale la pena intentar
hacer la diferencia y sobre todo ya no creo que no sea posible rebelarse con
cada acción generosa, con cada esfuerzo y trabajo diario.
Me
hacen falta palabras para agradecerle al profesor Luis Gerardo la increíble
labor que lleva a cabo con cada grupo de alumnos que tiene la fortuna de llegar
a sus manos. Él ha sabido hacernos ver una realidad diferente, sabe inspirar y
atraer actitudes positivas, ganas de despertar y empezar a hacer algo por el
otro. Como bien expresaba un compañero en la última sesión del curso, llegar a
la clase de Responsabilidad Social y Ciudadanía representaba un proceso de
asombro constante, de sentimientos encontrados, de necesidad de estar a la
expectativa y atentos. Cada sesión provocaba un giro en el rumbo de mi día, una
ventana que me permitía ver más allá de mi propia lucha y recuperar el panorama
completo en el que me es más fácil recordar que hay personas allá afuera que
necesitan de personas que, como yo, hayan aceptado el reto de buscar ser verdaderos
agentes de cambio.
Honestamente
no puedo pensar en alguna oportunidad de mejora para el diseño o implementación
del curso. Cada una de las sesiones fue interesante y me dejó algún valioso
aprendizaje y la forma en que el profesor nos guió a través de las dinámicas y
las reflexiones fue, desde mi punto de vista, sencillamente perfecta.
Para
finalizar esta reflexión final quisiera decir que este curso ha marcado mi
manera de ver la vida y mi misión en este mundo. Creo que tengo mucho que dar y
todo lo que he aprendido en esta materia me obliga a hacer una promesa conmigo
misma, una en la que me comprometo a no olvidarme de esta necesidad que ahora
siento de buscar incansablemente mi manera de generar el mejor impacto positivo
en lo y los que me rodean.
Deseo
ser como los sembradores de palmas datileras o como el joven que en una playa
lanzaba estrellas de mar al fondo del océano… He decidido creer que se puede y
buscar hacer de mi vida una constante búsqueda de oportunidades para unirme a
ese grupo de personas que ahora admiro porque están haciendo algo para marcar
una diferencia… “No me resigno a la idea
de que cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera existido”.