viernes, 25 de enero de 2013

La telaraña y el mundo


Una de las actividades más populares en el primer día en un curso nuevo, consiste en presentarse al grupo exponiendo nombre, lugar de procedencia, gustos y expectativas, y fue precisamente esto lo que se nos pidió hacer el primer día en Responsabilidad Social y Ciudadanía.

Se nos pidió retirar mesas y crear con las sillas un círculo para dar lugar a una especie de mesa redonda y mientras cumplía con las instrucciones noté un aire especial de apoyo entre los compañeros que estaban a mi alrededor, todos prestos a poner lo mejor de sí mismos, a ayudar y eso me hizo sentir en confianza, una corazonada me dijo entonces que éste sería un muy buen grupo de personas con quienes compartir la aventura.

Efectivamente uno a uno nos fuimos presentando y tras cada intervención personal pasábamos la palabra a otro compañero aventando una bola de estambre y conservando un extremo del mismo, de tal forma que cuando el último de nosotros habló, entre todos habíamos ya construido una telaraña de estambre de la cual cada uno poseía un extremo.

Poco después el guía y maestro colocó una base de plástico con una pelota sobre ella en el centro de la telaraña que habíamos tejido. La pelota era una representación en miniatura del planeta Tierra, y se tambaleaba de un lado a otro sobre la base de plástico plana. Todos nos pusimos tensos, las instrucciones eran precisas, no dejar que la pelota cayera al suelo y para ello cada uno de nosotros tuvo que cuidar la tensión de su pedazo de telaraña y evitar hacer movimientos bruscos.

La tarea era difícil, éramos muchos y la base no proveía de un buen soporte a la pelota, a punto estuvo de caerse cuando algo extraordinario pasó, por puro instinto de supervivencia a la prueba, entre todos nos coordinamos para mover nuestros extremos de la telaraña de tal forma que pudiéramos darle mayor estabilidad a la base y evitamos que la pelota cayera.
Ciertamente la satisfacción de lograr evitar la caída nos invadió y al mismo tiempo un sentimiento de identidad, de pertenencia a un equipo que trabajaba unido para lograr un objetivo común.

La representación de nuestro mundo en la pelota no es fortuita y la actividad inmediatamente me remitió a lo importante que es que cada uno de nosotros ponga de su parte para lograr sostener a nuestro planeta. Si alguno de nosotros hubiese aflojado su extremo de la telaraña la base de plástico se hubiera desequilibrado y tal vez el resto del equipo no hubiera podido evitar que la pelota cayera. Si uno de nosotros hubiera fallado en su misión todos habríamos sufrido las consecuencias.

El equipo es pues la humanidad entera, todos poseemos un extremo de la telaraña en la vida real, una oportunidad para hacer nuestra parte y evitar que nuestro planeta caiga y queden en el olvido las cosas buenas, los valores, los momentos, las amistades, nuestros paisajes, la convivencia…

Dicen por ahí que hoy en día:

Tenemos casas más grandes, pero familias más chicas.
Tenemos más compromisos, pero menos tiempo.
Tenemos más medicinas, pero menos salud.
Hablamos mucho, amamos poco y odiamos demasiado.
Hemos llegado a la Luna y regresamos, pero tenemos problemas para cruzar la calle y conocer a nuestro vecino.
Estos son tiempos con más libertad, pero menos alegría.
Son días en los que llegan dos sueldos a casa, pero aumentan los divorcios.
Son tiempos de casas más lindas, pero más hogares rotos.

Todos tenemos la oportunidad de dedicar nuestro trabajo diario a evitar que la pelota se caiga, desde nuestras diferentes trincheras buscar ser mejores con nosotros mismos y con los demás y en la medida en que cada uno de nosotros haga mejor lo que le toca, éste será un mejor lugar para todos…

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